El aprendizaje musical es una experiencia motora multisensorial que habitualmente se inicia en edades tempranas. Tocar un instrumento requiere de varias habilidades: la rápida lectura de un complejo sistema simbólico (la mayoría de las veces simultánea en distintas “claves”, como ocurre con el piano), su traducción a una actividad bimanual motora secuencial que es retroalimentada por un retorno multisensorial sobre las notas producidas y la consiguiente emotividad que acompaña a la interpretación.
Aunque no seamos plenamente conscientes la interpretación musical, a diferencia de otras actividades motoras, requiere de una perfecta sincronización de diversas acciones organizadas jerárquicamente junto con un evidente control de la producción tonal. Todo ello implica una dedicación especial de las funciones cognitivas, entre ellas, la atención. Por ello, no resulta excesivamente extraordinario que los cerebros de los músicos acusen determinados cambios estructurales, de mayor densidad de materia gris, en aquellas áreas cerebrales relacionadas con la producción musical (por ejemplo el área auditiva y/o la motora). Pero sí resulta sorprendente que se detecten cambios en otras áreas, en principio no directamente relacionadas con las estrictamente musicales, como puede ser el gyrus frontal inferior.
Tales hallazgos sugieren que la plasticidad puede ocurrir bien en aquellas regiones que tienen un control directo sobre las funciones musicales primarias, así como en aquéllas que actúan como áreas de integración multimodal para las habilidades musicales, posiblemente como un mecanismo de mediación o transferencia hacia otras no específicamente musicales.
Un reciente estudio de investigadores chinos (Luo et al., 2012) midió a través de neuroimágenes, la actividad cerebral en estado de reposo (sin ejecutar tarea alguna) en músicos, en comparación con no músicos, concluyendo que en los primeros existía un aumento de conectividad en las áreas motoras y multisensoriales. Ello pone de manifiesto la influencia a largo plazo del aprendizaje musical en la conectividad funcional cerebral. Para los músicos, pues, las áreas motoras y multisensoriales están mejor capacitadas para un funcionamiento conjunto lo cual puede repercutir en una mejor predisposición o facilidad de proceso en otros campos no específicamente musicales.
Una vez más, se ponen de manifiesto sólidos argumentos sobre los beneficios del aprendizaje musical que los responsables políticos deberían considerar seriamente para priorizar la música como materia transversal obligatoria dado su efecto positivo en el desarrollo cerebral.