Cada viernes, antes de acabar la clase, la profesora pide a sus alumnos que cojan un folio y les hace escribir 4 nombres de compañeros con los que les gustaría sentarte la semana siguiente. Lo que escribe cada estudiante en el folio es personal y secreto, así que sólo la maestra y el alumno saben que nombres hay.
Los alumnos entregan el folio y se van a casa. La clase se queda en silencio y entonces la profesora engancha todas las hojas en la pizarra y las mira atentamente. Busca patrones. Tendencias.
¿Con qué persona no quiere sentarse nadie? ¿Hay algún alumno que nadie mencione? ¿Por qué hay una niña con la que todo el mundo se quería sentar la semana pasada y ahora ya no?
Lo que consigue la profesora no es reorganizar las mesas… Sino detectar e identificar los alumnos solitarios o marginados. A los que les cuesta más relaciones y que poco a poco quedan excluidos.
Gracias a una detección precoz es capaz de tomar cartas en el asunto y ayudar a los alumnos que lo necesitan. Ella detecta los casos de bullying cuando comienzan a manifestarse, detecta a las víctimas y a los acosadores antes de que sea demasiado grave.
Empezó con este método el 20 de abril del 1999. Ese día dos estudiantes de Columbine, Colorado, entraron armados al instituto y asesinaron a tiros a 12 alumnos y 1 profesor. La maestra vio que el odio que sentían hacia sus compañeros que les habían hecho bullying durante años había acabado en asesinato.
Ahora, una madre de la escuela ha publicado el método de la profesora para que otros maestros de todo el mundo puedan ponerlo en práctica.