Un mal invisible: el suicidio.


«Nos preocupan muchísimo las cifras de suicidios. Incidimos en que hay que hablar del tema, no esconderlo. Hasta ahora era un tabú», reconoce German López-Cartacans, enfermero de Primaria en el CAP Salou.

Está inmerso de lleno en el nuevo plan de salud mental que se está desplegando, en parte para combatir la depresión, habitual antesala de los suicidios. «Hasta hace un tiempo se pensaba que si se daba publicidad al suicidio, podía despertar ideas en esa línea, pero al menos en el ámbito partidario es bueno que se hable. Incluso entre los propios médicos puede ser algo tabú y está bien que eso se acabe», cuenta Enric Aragonès, médico en el CAP de Constantí.

Las administraciones y los profesionales de la sanidad abogan por visibilizar de una vez un mal hasta ahora fuera del foco, incluido el de los medios de comunicación.

«Muchos estudios demuestran que la cuestión del contagio no tiene fundamento científico. Cuando viene un paciente deprimido y el profesional, con una forma empática y comprensiva, le pregunta, eso tiene un efecto beneficioso para el paciente, es como sacarse la presión, eso ayuda», indica López-Cartacans.

El suicidio es la primera causa de muerte natural en Tarragona desde hace siete años. Desde 2010, hay más fallecimientos por suicidio que por accidentes de tráfico en la provincia. En 2016, último balance con cifras disponibles extraídas del INE, 63 personas se quitaron la vida en las comarcas tarraconenses, más de una por semana.

635 muertes en una década

En la última década 635 tarraconenses decidieron poner fin a su vida, mientras que una cifra menor, 604, corresponde a aquellos que murieron en un accidente en carretera. Son cifras escasas en lo absoluto, pero que muestran una tendencia. «Quizás hay más conciencia ahora de la relevancia del suicidio. Puede parecer algo infrecuente, pero si empiezas a hacer memoria ves que puedes hacer una lista larga de gente que conocías y que se ha suicidado a lo largo del tiempo», indica Aragonès.

Poco a poco el tema de marras gana presencia pública. En junio la ministra de Sanidad, Carmen Montón, planteaba como uno de los ejes de esta legislatura crear una estrategia de prevención del suicidio. El objetivo es visibilizar este grave problema y «poner a disposición de la ciudadanía toda una serie de herramientas y estrategias preventivas, con la concienciación como paso previo», explicaba entonces Montón.

La intención política, sin embargo, no es nueva. La Comisión de Sanidad y Servicios Sociales del Congreso de los Diputados aprobó el año pasado una proposición no de Ley para instar al Gobierno a que elaborar, en seis meses, un Plan Nacional de Prevención contra el Suicidio.

«Si existen grandes recursos para la sensibilización y prevención en accidentes de tráfico, ¿por qué no existe un plan con los mismos recursos para prevenir los suicidios?», reclamó el diputado de Unión del Pueblo Navarro (UPN) Íñigo Jesús Alli, autor de la propuesta que posteriormente se pasó al resto de grupos parlamentarios.

Este diputado recordó que era la segunda vez que el Congreso reclamaba un plan para la prevención de este «tema tabú», después de una propuesta similar aprobada también por unanimidad en 2012. Sin embargo, la iniciativa del año pasado, que preveía programas con pautas para familiares, educadores y sanitarios y que difundía información para disminuir el estigma del suicidio, no prosperó, ya que el límite para su aprobación expiró en mayo, a la espera de que el nuevo Gobierno impulse ahora su nuevo plan.

Algunas voces creen que esas cifras oficiales están infravaloradas y que muchos suicidios pasan por accidente. Para que la muerte cuente como suicidio la persona debe dejar una nota, algo que sólo ocurre en el 20% de casos.

Thaïs Tiana Sastre, psicóloga e impulsora del programa de prevención del suicidio y atención al superviviente, ha pasado por Tarragona para tomar parte en un taller del Col·legi Oficial de Psicologia de Catalunya: «La ideación suicida es más frecuente de lo que parece, incluso en personas no diagnosticadas con un trastorno mental». Ella reclama más formación para profesionales, empezando desde la universidad: «Faltan materias al respecto en las carreras de Psicología o Psiquiatría. No se aborda el tema.

Es una realidad que incluso para el médico da miedo encontrársela. A veces es más importante aprender qué preguntas no hay que hacer o qué cosas no hay que decir cuando se está con la persona». Sastre celebra que «cada vez hay más divulgación del tema».

Fuente: www.diariodetarragona.com

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