Pau Gasol escribía en su blog de la Expansión: “No podemos permitir que la salud mental sea el último tabú en el deporte profesional, ni en la sociedad en general”
El deporte no es una excepción en nuestra sociedad donde actualmente sigue existiendo un estigma para naturalizar la función del psicólogo, al reconocer que podemos necesitar la ayuda de este perfil profesional a lo largo de nuestra vida. Hace escasas semanas nos levantábamos con la triste noticia de la deportista olímpica Anna Boada, que se retiraba del deporte de remo, con tan solo 26 años debido a padecer una depresión que le imposibilitaba continuar.
En un principio, las cuatro dimensiones que componen a cualquier deportista son: física, técnica, táctica y psicológica. Pero, ¿qué ocurre con el área psicológica?, ¿quién gestiona e interviene en los problemas psicológicos de los jugadores y jugadoras?, ¿por qué no está incluido este perfil profesional en el cuerpo técnico de cualquier equipo? La respuesta es los entrenadores. Algunos se aventuran a abarcar esta dimensión por sí mismos, intentar ejercer de “psicólogos” que en numerosas ocasiones les es incompatible con las funciones que desempeñan. En muchos casos son los clubs que rechazan este perfil profesional y condicionan a los entrenadores a hacerlos por ellos mismos. Pero ¿su formación y experiencia puede suplir o incluso mejorar una licenciatura o grado de psicología más un máster de especialización en psicología del deporte?, ¿no sería más efectivo incorporar una figura especializada en dicho área?
La realidad sobre los psicólogos del deporte son aquellos miembros invisibles que pueden formar parte del cuerpo técnico. Cito el término de “miembros invisibles”, debido a que actualmente puedo afirmar a nivel nacional, que la Federación Española de Baloncesto y la ACB no ofrecen licencias específicas de psicólogos para formar parte de los cuerpos técnicos de los equipos deportivos dentro de las competiciones que gestionan. Es decir, la falta de licencias no imposibilita a los clubs contratar psicólogos como trabajadores del club. Pero si la misma Federación y entidades deportivas no crean licencias específicas, no promueven ni dan visibilidad a nuestra figura profesional y reniegan a esta profesión a trabajar en la sombra.
La mayor difusión fue creada el año pasado debido a los testimonios que realizaron varios jugadores de la reconocida liga NBA, rompiendo el tabú que existe en el deporte ante la salud mental. El primero fue Kevin Love que declaró en el portal web The Players Tribune, relataba haber sufrido un ataque de pánico en el descanso de un partido de la NBA y la poca visibilidad que ocupa la salud mental en lo deportistas. “Nunca había escuchado a un atleta profesional hablar sobre salud mental y yo no quería ser el único, o quería parecer débil, no pensaba que lo necesitará”, “He estado durante años rodeado de entrenadores y profesionales, pero cuando estaba en el suelo y no podía respirar, nadie sabía ayudarme”. Otro compatriota de Love fue DeMar DeRozan, reconocía tener episodios depresivos y llevar toda su carrera deportiva luchando contra ellos.
Una investigación por parte de la cadena ESPN en la cual John Lucas Jr, actual asistente de los Houston Rockets, calcula que el 40% de los jugadores sufre algún problema de salud mental pero menos del 5% busca ayuda profesional.
Actualmente el panorama en nuestro país no ha mejorado lo suficiente. La idea es reconocida y contemplada pero sigue intacta. Sabemos que el baloncesto sigue siendo el segundo deporte más practicado en nuestro país y muchos clubs siguen sin contar con este perfil profesional entre sus filas. Sin el reconocimiento del Consejo Superior de Deportes, el principal organismo deportivo nacional, la Federación de Baloncesto Español y sus subcategorías autonómicas, nos complica de forma grave poder crear y dotar de un servicio de bienestar mental a los deportistas de este deporte.
En conclusión, no debemos en esta sociedad seguir renegando de la psicología en el sector deportivo. La dimensión psicológica es uno de las áreas principales que componen el rendimiento de cualquier deportista. No podemos seguir escuchando historias similares como la citada de Anna Boada y otros testimonios sobre la salud mental de deportistas que han hablado públicamente sobre ello. ¿En qué lugar deja a nuestras instituciones públicas y entidades deportivas de este país que no favorecen la salud mental de sus propios deportistas?