Según los datos del INE, 499 menores de 18 años fueron maltratadas en 2013 y requirieron medidas cautelares o una orden de protección
Los expertos insisten en la importancia de revisar la eficacia de los programas de prevención a esas edades
Los datos preocupan mucho. La investigación de las últimas décadas revela que cada vez con mayor frecuencia el maltrato está presente en los noviazgos entre adolescentes y jóvenes. En concreto, el 95,3% de las chicas y el 92,8% de los chicos admiten haber ejercido violencia psicológica sobre sus parejas. Nueve de cada 10. A conciencia y con todas las consecuencias.
Lo que no dicen las cifras preocupa todavía más. Esto es, el tipo de insultos que utilizan, las humillaciones en privado y en público, el control del móvil ajeno y, sobre todo, el malestar físico y psicológico que deja esta situación a largo plazo. Aunque ambos sexos se comportan así, la diferencia principal está en que «ellas suelen minimizar estas conductas y verlas como normales mientras que ellos las toleran algo menos», explica a EL MUNDO María Jesús Hernández, psicóloga de la Universidad Internacional de Valencia (UIV) y autora del informe ‘La importancia de la prevención en la violencia de pareja’.
«No es común pensar que los adolescentes sufren maltrato por parte de sus parejas, ya que se asocia más con personas adultas con más tiempo de relación y cargas familiares. Pero las amenazas, los menosprecios… están en el día a día de muchos novios jóvenes», añade la investigadora, para quien el problema principal es que la violencia en estas parejas no ha recibido la misma atención que la desarrollada en parejas casadas o con convivencia estable.
«Muchos jóvenes piensan que los insultos son algo normal dentro de una relación porque, según ellos, forma parte de lo que es amar. Al igual que los celos: Creen erróneamente que si sientes celos de tu pareja es porque realmente la amas», explica Marina Muñoz-Rivas, profesora de Psicología de la Universidad Autónoma de Madrid y coautora del libro publicado recientemente ‘Violencia en el noviazgo: realidad y prevención’ (Pirámide), de donde proceden los porcentajes citados. Se han normalizado ciertos insultos y muchos adolescentes los justifican porque ocurren en un contexto que consideran de ‘juego’ o ‘broma’.
«La violencia, por desgracia, existe desde siempre. Pero los datos constatan ahora un rejuvenecimiento del maltrato. La cuestión es que los adolescentes tienen unas características psicológicas propias. Tienen un temperamento difícil, se les empiezan a despertar sentimientos que a veces no gestionan bien, tienen emociones más intensas y no saben cómo resolver los conflictos. Si no actuamos ahí para enseñarles, para demostrarles valores de igualdad y el poder del diálogo, derivará en conductas inadecuadas», añade Hernández.
Por eso reclama «revisar los programas de prevención, para que hagan partícipe a los jóvenes dentro de grupos heterogéneos, porque a esas edades es muy importante el grupo de iguales. No es que falten programas, pero sí hay que revisar su eficacia«. Y asegura que «es posible cambiar las actitudes del alumnado adolescente, pero para eso es necesario saber qué es lo que demandan los jóvenes hoy a sus parejas, qué esperan y qué no».
Los celos y el maltrato difícil de detectar
La violencia psicológica, la más frecuente dentro de las parejas jóvenes, se puede clasificar en tres subtipos: agresión verbal, comportamientos dominantes y comportamientos celosos. En un un estudio elaborado por Muñoz-Rivas en el año 2007, «se encontraron porcentajes de hasta el 80% para algunos tipos de agresión verbal (gritar e insultar y decir algo para enfadar o molestar a la pareja); un 40% de comportamientos dominantes (por ejemplo, amenazar con terminar la relación cuando no se está de acuerdo con los deseos de la pareja) y un 65% de actitudes celosas».
Otros estudios internacionales señalan que son precisamente los celos uno de los principales motivos por los que los adolescentes actúan de forma violenta para resolver sus conflictos.
La adolescencia es una de las etapas más importantes, sensibles y vulnerables de la vida. Empiezan a formarse las creencias, se afianzan los valores y los aprendizajes, se abre la puerta de la curiosidad por el placer y el amor se se idealiza.
«Se banalizan y se normalizan este tipo de conductas violentas entre ellos y dan por hecho que son inevitables. Que en el amor -por su forma de idealizarlo- vale todo», explica Diana Díaz, psicóloga y subdirectora del teléfono de la Fundación ANAR.
Las principales consecuencias recaen, sobre todo, en su autoestima y en su desarrollo vital, lo que puede dar lugar a trastornos de alimentación o de ansiedad, entre otros. Pero también puede influir en su futuro, en la forma de vivir sus relaciones de adultos. Lo que está claro, apunta Muñoz-Rivas, es que si los jóvenes aprenden a interactuar en sus primeras experiencias de pareja con insultos, con gritos o mediante cualquier otro acto violento y a interpretarlos como normales, tenderán a repetirse en sus futuras relaciones de adulto.
Cuando se pasa a la agresión
El informe presentado por la Universidad Internacional de Valencia recoge los últimos datos disponibles (del año 2013) del Instituto Nacional de Estadística (INE) sobre violencia doméstica y violencia de género. Estos dicen que 499 mujeres menores de 18 años fueron maltratadas, cifra que responde sólo a las que requirieron una orden de protección y medidas cautelares. En mujeres de entre 18 y 19 años la cifra sube a 856.
El estudio de Muñoz-Rivas habla de que un 4,6% de los chicos y el 2% de las chicas han agredido físicamente de forma severa a sus parejas. Otra investigación, de Sánchez, Ortega-Rivera, Ortega y Viejo (2008) indica que el 48% de ellos y el 55% de ellas declara haber ejercido violencia física de algún tipo hacia su pareja.
Para los expertos, todos los indicadores apuntan a que «es en el noviazgo cuando va forjándose una relación que se transformará en dramática años más tarde, ya que gran parte de los casos de malos tratos comienzan en los primeros años de matrimonio e incluso durante el noviazgo. Por ello, la existencia de algún episodio de agresión psicológica en los primeros meses de relación es un claro predictor de futuros episodios de maltrato físico».