«Yo quería decirlo, tenía que decirlo. Pero no me salían las palabras. Tenía tanto miedo y vergüenza… hasta que un día no pude más y se lo conté a mi madre… pero no pasó nada». Es el testimonio de una mujer española que sufrió abusos infantiles y que ha formado parte del estudio «Reacciones sociales ante la revelación de abuso sexual infantil y malestar psicológico en mujeres víctimas». En él, las investigadoras tratan de clarificar cómo las respuestas dadas a las víctimas de abusos tuvieron consecuencias en su salud incluso a largo plazo.
«La evidencia empírica muestra que el efecto del apoyo social es fundamental para la superación del abuso sexual infantil, especialmente el apoyo de las figuras cuidadoras», aseguran las investigadoras Noemí Pereda y Laura Sicilia en el documento publicado en «Psychosocial Intervention». No solo se trata de evitar la culpabilización de la víctima o la negación del hecho, reacciones que ya se ha demostrado ampliamente que influyen de froma perjudicial en la salud psicológica de la víctima. Sino que son también las reacciones que, incluso siendo bienintencionadas, pueden no ser las mejores para la superación del trauma. Reaccionar con ira hacia el agresor o evitar hablar del tema para que la víctima olvide no son las mejores opciones.
En todos estos casos, se trata de reacciones de interpretación equívoca, que pueden realizarse con buenas intenciones, pero que generalmente acaban haciendo sentir peor a la persona.
1. Respuesta de distracción: consiste en no animar a la víctima a hablar de la experiencia de abuso o, incluso, impedir que lo haga. Un razonamiento que se basa en creer que así se olvidará antes el suceso. Sin embargo, esta reacción ha sido asociada a malestar general, somatizaciones, depresión, ansiedad, síntomas paranoides, fobia y sintomas psicóticos en las víctimas.
«Esta respuesta es dolorosa, puesto que la víctima interpreta que su reacción ante el suceso es exagerada, que no afronta adecuadamente la situación y que carga o angustia a la persona de apoyo, quien no quiere saber nada sobre la cuestión», dice el texto. Aun así, no deja de ser un intento de ayudar, por lo que la persona tampoco lo siente como un hecho hiriente. Esto, al final, «le impide expresar sus sentimientos sobre la experiencia de abuso y sobre su necesidad de apoyo, y le deja solo la alternativa de superarlo por ella misma».
2. Cambiar el comportamiento hacia la víctima: puede producirse con un rechazo, lo que provocará un distanciamiento cada vez mayor con la persona a la que se ha contado el hecho, o, lo que es más común, tratarla con «cautela», por miedo a hacer algo que pueda causar dolor a la víctima. El estudio ha correlacionado esta respuesta con una mayor tendencia a la somatización, a la depresión y a la ansiedad, aunque en menor medida que la respuesta de distracción.
«Este tipo de reacción hace que la víctima piense que los otros no la ven capaz de superar el trauma, o que lo hace con poco éxito. Aunque esta respuesta es, supuestamente, menos perjudicial que un rechazo absoluto y abierto, contribuye a reforzar el sentimiento de debilidad y de indefensión», explica el estudio. La fuerza interior y la confianza de la víctima en su capacidad de recuperación quedará anulada.
3. La reacción egocéntrica: es decir, la persona que recibe la noticia reacciona con ira o enfado hacia el agresor. «Se trata de respuestas muy estresantes para la víctima, que excluyen sus emociones, sentimientos y propio malestar», dice el estudio. En estos casos, el foco de atención deja de ser la persona agredida y sus sentimientos, y pasa a ser la persona de apoyo. En muchos casos, la víctima acaba tranquilizando al otro.
«La víctima siente una pérdida de control superior a la que ya siente como consecuencia del propio abuso y se pueden llegar a reforzar sentimientos de miedo e indefensión». El estudio correlacionó esta respuesta con un mayor nivel de somatización y depresión.
4. Reacción de control: se trata de decidir por la víctima qué pasos y decisiones hay que tomar, una medida que es más frecuente entre los organismos institucionales que en la familia. La experiencia se ha correlacionado con un mayor malestar psicológico general, baja autoestima y percepción negativa del mundo en general.
Según destaca el estudio, sí que hubo dos tipos de reacciones que mejoraron la sensación de las víctimas una vez decidieron hacer públicas sus experiencias: la de ofrecer ayuda e información y la de dar apoyo emocional.