Mi hijo es tímido, ¿qué puedo hacer?


Una cosa es la vergüenza y otra la timidez extrema. Pero, en ambos casos, se supera a base de seguridad, confianza y con el paso del tiempo.

 

Un niño tímido lo es en cualquier circunstancia y evento social que se preste. Sin embargo, aunque todos los niños presentan un cierto grado de timidez o vergüenza en algún momento de su infancia y es normal, existen algunos rasgos que diferencian a un niño tímido por naturaleza de lo que se denomina mutismo selectivo o fobia social (un trastorno diferente que no aparece hasta los 18 años).

¿Cuáles son, entonces, los rasgos que presenta un niño tímido? y ¿cómo podemos ayudar al niño?

La vergüenza es un rasgo común en la infancia. A menudo, los niños pequeños pasan por una etapa en la que se comportan de manera más temerosa hacia las figuras de autoridad o influencias en el entorno que ellos consideran negativas y por las que se puedan sentir agredidos. Julio Bobes, presidente de la Sociedad Española de Psiquiatría (SEPSIQ) asegura que aparte «de que hay algunos genes relacionados con las conductas de inhibición, lo más relevante es la influencia del entorno». “Que los niños se muestren tímidos es algo normal, pues es una condición inherente en su desarrollo”, explica. Incluso, el mutismo selectivo, es decir, «niños que no se comunican en el colegio, que son incapaces de leer un libro en voz alta o hablar con sus profesores, pero que hablan cómodamente en casa, también lo es», añade.

“Normalmente, estos niños se muestran rígidos, sin apenas expresión en la cara, no responden a las preguntas o se camuflan detrás de los pantalones de sus padres”, comenta Bobes. “En estos casos, deben acostumbrarse a exponer sus deberes en el colegio, trabajar en grupos, o realizar actividades que impliquen el contacto verbal con otros niños, si no podrían bloquearse y dar lugar a no atreverse nunca a expresarse en común y comenzar así la evitación social”, agrega el experto. Pero ese es otro tema.

La timidez es un rasgo del carácter

“Es una cuestión de darles seguridad y confianza”, comenta Bobes. “Para no dar lugar a problemas mayores como la evitación social. Lo mejor es involucrar a los niños en actividades de ocio en el colegio: jugar por equipos a cualquier cosa que implique la relación directa con otros niños es lo mejor para empezar”, asegura. Además, Bobes, hace hincapié en la importancia que tiene por parte de los padres el hecho de cuidar el desarrollo sociológico del niño. “Hijos de padres en situación de conflicto -que se pelean mucho- son más propensos a mostrarse más cohibidos en otros contextos sociales, por lo que sería conveniente trasladarlos temporalmente a otros entornos más saludables como los abuelos, o los tíos y primos”, apunta.

Y es que, lo que puede parecer como solo timidez, en realidad tiene sus raíces en la ansiedad, específicamente, es un miedo subyacente a la expectativa de hablar. “Si la ansiedad aparece, habría que apoyar al niño con algún fármaco, pero en principio, la timidez es una forma de ser, una manera diferente de expresarse que, generalmente, se modifica y se supera con el paso del tiempo”. “El trabajo en grupo con sus compañeros del colegio es lo más sencillo para empezar y, otras actividades como el teatro también pueden aportar beneficios para completar el final del proceso”, argumenta.

¿Cuáles son las raíces de la timidez?

La relación entre la ansiedad y el miedo ha sido ampliamente estudiada por los científicos que aseguran que es la causa principal para el desarrollo de la timidez, sin embargo, aún hay mucho por descubrir. Las raíces de la timidez son ambiguas, de hecho, actualmente, un grupo de psicólogos estadounidenses, expertos en el desarrollo emocional infantil, están investigando acerca de su origen.

Vanessa Lobue, profesora de psicología en la RU-N University y una de las autoras, que lleva años observando cómo actúan y reaccionan los bebés en diferentes contextos sociales, sostiene la hipótesis de que los bebés que pasan más tiempo viviendo en entornos hostiles o conviviendo con padres de carácter hosco, arisco o con frecuentes cambios de humor tienen más probabilidades de desarrollar inhibición conductual a medida que envejecen. Por lo tanto, un bebé que pasa más tiempo percibiendo una cara de “enojo puede tener una mayor predisposición a prestar más atención a la información social negativa», sostiene.

Frente a esto, Bobes considera que los niños, desde que son bebés, deben ser educados en ambientes armónicos ya que son muy sensibles al entorno y cualquier agresión tanto física como psicológica, a la larga, les afecta.

«Lo más recomendable son los ambientes estructurados y sanos, de modo que el niño se pueda desarrollar con la máxima normalidad”, concluye el experto.

Fuente: www.elpais.com

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