La catedrática de Psicología Social de la ULL afirma que la clave está en «cambiar la mirada negativa hacia las personas con una enfermedad mental»
María Nieves Quiles del Castillo es catedrática de Psicología Social en la Facultad de Psicología y Logopedia de la Universidad de La Laguna (ULL). Sus intereses de investigación se centran en las relaciones intergrupales, con especial atención al estigma que afecta a determinadas minorías sociales. Acaba de publicar en Alianza Editorial el libro El estigma social. Convivir con la mirada negativa del otro, con el cual persigue ofrecer una visión general del estigma y sus consecuencias. Así, a partir de las relaciones entre grupos privilegiados y otros en desventaja social, analiza el escenario en el que se construye la desigualdad y la normalidad. Asimismo intenta responder a una pregunta engañosamente fácil: ¿qué es el estigma? Para algunos autores, un concepto «infradefinido y sobreutilizado». Para clarificar su significado profundiza en las semejanzas y diferencias con otros conceptos análogos como el prejuicio, la discriminación o la exclusión social. Esta tejinera de pro dialoga con EL DÍA en su despacho de la institución académica lagunera sobre este trabajo y deja claras, entre otras ideas, que «todos debemos implicarnos en la lucha contra los estigmas sociales» o que «el papel de los medios de comunicación resulta fundamental para cambiar la imagen de los grupos que están estigmatizados».
¿El libro se titula ‘El estigma social. Convivir con la mirada negativa del otro’. En síntesis, ¿qué aspectos son los que aborda?
En esencia se centra en los conceptos de normalidad, diferencia y desigualdad. La idea de normalidad deja fuera a todas aquellas personas que difieren de lo común, de lo que se considera habitual. Sin embargo, mientras que la diferencia es objetiva y no es buena ni mala en sí misma, por ejemplo la diferencia de sexo, de edad, de altura, de tendencias sexuales o de creencias religiosas; la desigualdad es una interpretación negativa de esa diferencia. Y esa diferencia se convierte en desigualdad a través de un proceso de construcción social, en el que se va cargando de significado y de valor. En unos casos positivos, como que los hombres son fuertes, ambiciosos y decididos, y en otros casos negativos, como que las mujeres son dependientes, inseguras y cotillas. La desigualdad es la interpretación negativa de la diferencia.
¿Qué es el estigma social?
En psicología social va unido al estudio pionero del estigma de la enfermedad mental. En un trabajo que se publica en 1956 y que señalan las dos connotaciones que tiene el estigma. La primera, que en la mente de los otros, la persona con estigma es diferente de las llamadas personas normales. Y la segunda, que a partir de esa diferencia considerada vergonzosa e inmoral, se le juzga como un ser inferior. La definición tradicional de estigma lo describe como «un atributo profundamente desacreditador que reduce a su portador de una persona completa y normal, a otra contaminada e incompleta». Sin embargo, es importante señalar que el descrédito no reside en la diferencia en sí misma, sino en el significado social que se le atribuye. Ese significado cambia de una cultura a otra y dentro de una misma cultura, de un momento histórico a otro.
¿Existen diferentes estigmas?
Sí, la clasificación tradicional distingue entre estigmas físicos, como la ceguera o la obesidad; estigmas psicológicos, como la enfermedad mental o las adicciones, y estigmas socioculturales, como los gitanos o las prostitutas. Sin embargo hay estigmas que podría situarse en más de una categoría. Por ejemplo, el síndrome de Down que es tanto un estigma físico, por los rasgos faciales característicos, como psicológico, por la alteración cognitiva. En este libro me centro en el análisis de tres tipos de estigma: la obesidad, la superdotación o altas capacidades y la enfermedad mental. Respecto a la enfermedad mental, su definición ha variado desde los años cincuenta hasta la actualidad y también han cambiado las explicaciones sobre sus causas. Igualmente, se han incorporado a su tratamiento otros profesionales no médicos, como psicólogos o trabajadores sociales, y enfoques en los que el paciente es proactivo ante la enfermedad y sus consecuencias personales y sociales. Sin embargo, estos cambios positivos no van acompañados de una reducción del estigma. El nivel de rechazo hacia los enfermos mentales no ha disminuido en las últimas décadas y, en algunos casos, como es el de la esquizofrenia, ha aumentado. La imagen de los enfermos mentales como peligrosos e impredecibles se mantiene a día de hoy. Si bien varía en función de tipo de trastorno ( esquizofrenia vs depresión) y del origen (genético o desequilibrio químico).
La investigación en Ciencias Sociales tiene la responsabilidad de contribuir al conocimiento y elaboración de propuestas de intervención que mejoren la calidad de vida de los grupos desfavorecidos. ¿Eso es así realmente o no?
Me remito, por ejemplo, a la creación de la cátedra contra el estigma o a las campañas y proyectos de intervención derivados de la investigación previa. En la ULL existe un equipo de investigación que estudia las altas capacidades intelectuales, que empezó siendo nacional pero en la actualidad colabora con otros países sobre todo en Sudamérica. El programa ATENEA, puesto en marcha el año anterior por la ULL y que trata de vincular las altas capacidades al alto rendimiento. Este conocimiento servirá para aplicarlo a la realidad y mejorar las condiciones de vida de las personas estigmatizadas. En el mismo sentido va la creación conjunta de la ULL y el Colegio Oficial de psicólogos de Santa Cruz de Tenerife de la Cátedra de Psicología aplicada, presentada hace unos días en la facultad. El objetivo de esta cátedra es, entre otros, vincular la psicología con las necesidades sociales.
La teoría dice que debe haber respeto a la diferencia y tolerancia ante la diversidad de género, edad, preferencias sexuales, apariencia física, ideología o cultura. Esa es la teoría… ¿Es también la práctica?
La clave está en cambiar la mirada negativa hacia las minorías que están en teoría o en la práctica estigmatizadas. Creo en la eficacia de la enseñanza. Una educación temprana en valores que fomenten la igualdad y el respeto a la diferencia y que esta enseñanza vaya acompañada de una conducta coherente con el discurso teórico. Aprender valores en la infancia nos llevará a ser adultos más tolerantes e igualitarios. Es lo que se conoce como socialización, que no es otra cosa que la incorporación de las normas y valores predominantes en nuestro entorno.
Luchar contra el estigma
Quiles da claves: «La lucha efectiva empieza en la educación temprana en la tolerancia y el respeto a la diversidad. Todos los agentes sociales debemos implicarnos. Por ejemplo, desde las universidades y empresas con iniciativas como una muy reciente, del pasado 20 de septiembre, cuando la Grupo 5 y la Complutense firmaron un convenio para crear la Cátedra contra el estigma». También considera «necesarias medidas legales, ya que con frecuencia, las niñas y niños obesos y con superdotación sufren acoso escolar. En el Parlamento español se aprobó La Ley, 4/2011, de Convivencia y Participación de la comunidad educativa. Incluye que padres y madres, alumnos, profesorado, equipos directivos y profesionales tienen la obligación de promover la buena convivencia y prevenir cualquier caso de acoso o maltrato». Asimismo, valora, «es posible iniciar acciones colectivas como campañas de integración o talleres dirigidos a establecer espacios de diálogo entre agresores y agredidos». Y, por supuesto, «el papel de los medios de comunicación es fundamental para cambiar la imagen de grupos estigmatizados». Además, de «estrategias individuales como el empoderamiento, proceso en el que la persona toma el control».