Mamá, no me grites.
Mamá no me grites más. No me gusta. Siento miedo cuando lo haces. Cuando estás gritándome dejo de oír lo que me dices, me vuelvo sorda y solo veo tu cara de ira. No funciona.
Mamá, si me gritas con frecuencia, pronto dejaré de escuchar los gritos. Pronto dejarán de asustarme. Si no hago lo que me pides a gritos ¿Qué vas a hacer, mamá? ¿Me vas a gritar aún más fuerte?
Mamá, acabas con mi autoestima si me gritas, haces que me sienta culpable, ¿será que todo lo hago mal?, no te veo contenta… Se me olvida el buen rato que acabamos de pasar juntas si terminamos el día gritando. Es nefasto para mí. Cuando des el portazo y salgas de mi habitación, jugaré con mis muñecas y si no me obedecen, les gritaré también.
Mamá, a pesar de tus gritos te quiero mucho, lo sabes ¿no? Eres la mejor madre del mundo. Y como dicen que este amor es incondicional, seguiré siempre a tu lado. Y cómo dicen también que somos lo que vosotros los padres sois, cuando tenga hijos también les gritaré, porque es lo que tú me has enseñado.
Mamá, los gritos hacen que pierda el control, como lo pierdes tú.
Dime una cosa, mamá: ¿Si tu jefe te pidiera las cosas a gritos o simplemente te levantase la voz sólo o en compañía? ¿Cómo te sentirías? Piénsalo por un instante.
Te lo diré: Te sentirías muy mal, la rabia y la frustración te invadirían, tendrías ganas de gritarle también o incluso de pegarle, aunque no lo harías porque él es superior a ti, quizá lo pagues con el resto de tus compañeros o con tus amigos; harías lo que él te ha pedido que hagas pero de mala manera, sin optimismo, sin ilusión ninguna. Y encima creerías que si te grita a ti es porque no eres lo suficientemente buena y tu autoestima se estrellaría… ¿Verdad? Pues todo eso y mucho más es lo que yo siento si me gritas. Mucho más porque tú eres mi mamá, y madre no hay más que una. Eso dicen ¿No?
Hija, voy a intentar dejar de gritar.
Voy a hacer un esfuerzo porque comprendo todo lo que me estás diciendo y tienes razón. Me tienes que ayudar ¿Vale?
Vamos a hacer un pacto. Asumiré que aún eres una niña y a los niños les repetimos las cosas muchas veces. Sí, así es. Sois niños y forma parte de vuestra propia naturaleza. No conozco una sola pareja que le diga las cosas a la primera a sus hijos y la hagan sin rechistar. Lo comprendo.
Voy a utilizar todos los recursos que están a mi alcance (y no al tuyo porque tú eres una niña) para controlarme.
Si ves que me estoy enfadando y desaparezco unos minutos, déjame. Necesito ese ratito para PARAR, RESPIRAR PROFUNDO Y CONTAR HASTA 10.
Una pediatra amiga y que además tiene un blog, me decía que ella cuando sus hijos la llevaban al límite se encerraba en el baño 5 minutos, ponía música bien alta y cuando se tranquilizaba salía renovada. Sus hijos la miraban atónitos. Al principio ellos, un chico y una chica, aporreaban la puerta para que mamá saliera. Ahora ya saben que si mamá pone la música a tope y se encierra en el baño es que se han portado fatal y es momento de parar. Voy a hacer lo mismo.
Mis recursos son muchos, y no puedo limitarme a los tuyos que son pocos o inexistentes. Y además, ¿sabes hija? Que cada vez que consigamos no terminar una discusión gritando, tú aprenderás conmigo. Descubriremos juntas que hay otras maneras.
Te pediré perdón si he traspasado el límite. Tú también lo harás.
Mi amiga pediatra, también me cuenta que ella cuando de nuevo están al borde del precipicio, se arrodillaba a su altura y les decía: “¿Empezamos de cero?”. Ellos casi siempre respondían con un abrazo o con una sonrisa… a veces incluso lloraban emocionados.
Sois niños y necesitáis que nosotros os demos ese puente, esa vía, esa mano para salir del ciclón en el que en ocasiones os metéis y nos arrastráis.
Ahora, mi amiga dice que son sus hijos los que de vez en cuando si ella está muy enfadada le dicen: “¿Mami, empezamos de cero?”- y mi amiga sonríe… no lo puede evitar. Les quiere tanto.
Tienes razón con lo de mi jefe. ¡Qué bien sienta que te llame tu jefe y te diga lo bien que has hecho el trabajo y lo orgulloso que se siente! Aunque eso hija, ya lo aprenderás, pasa muy poquitas veces. Yo no soy jefa, soy tu madre que es mucho mejor y por eso, aplaudiré todos tus logros, potenciaré tus puntos positivos, verás lo contentísima que estoy cuando haces las cosas bien. Eso te animará a seguir haciéndolas porque las dos estaremos felices.
Escucharé todo lo que tengas que decirme, te dejaré hablar e intentaré ponerme en tu lugar. Eso se llama empatía.
Si he tenido un mal día en el trabajo, hago el firme propósito de dejar los problemas en el maletero del coche! ¡Y lo voy a hacer! Y me lo repetiré todos los días antes de entrar en casa. Como me repetiré una y otra vez que debo dar ejemplo y que tú serás y ya eres, lo que yo soy.
Así que, hija ¿qué me dices? ¿Empezamos de cero?