El concepto de esquema cognitivo es uno de los más importantes de los que son utilizados en la psicología actual, independientemente de si es en intervención y terapia o en investigación. Gracias a él, es posible crear teorías sobre diferentes patrones de comportamiento, sesgos y prejuicios, y tipos de creencias que definen a cada persona.
En cierto modo, cada uno de nosotros tenemos nuestro sistema de esquemas cognitivos, y estos quedan expresados a partir de lo que decimos y hacemos. Forman parte de nuestra identidad y del modo en el que nos hemos acostumbrado a «leer» la realidad.
En este artículo veremos qué es exactamente eso de los esquemas cognitivos y cómo nos afectan en nuestro modo de pensar, ya sea de manera consciente o inconsciente.
¿Qué son los esquemas cognitivos?
Parte de nuestra identidad se basa en el modo en el que organizamos mentalmente todos esos conceptos, creencias y aprendizajes que utilizamos para vivir el día a día. De hecho, si la mente humana es tan compleja y fascinante es entre otras cosas porque puede encontrar una cantidad casi infinita de maneras de generar interpretaciones acerca de la realidad, teniendo cada una de ellas una relativa coherencia interna.
Sin embargo, es complicado que una misma persona mantenga a la vez muchos patrones de conducta bien diferenciados. A la práctica, de hecho, esto indicaría que no hay un estilo de comportamiento, sino que lo que define la acciones de ese individuo es pura y llanamente el caos, lo impredecible. La realidad, en cambio, nos dice que nuestra forma de ser sigue unas directrices relativamente estables. Quien evita hablar con desconocidos es muy probable que no pase de la noche a la mañana a buscar ser el centro de atención, por ejemplo.
Nuestra manera de interpretar el mundo, nuestra identidad y las relaciones sociales no es aleatoria y en cambio constante, sino que sigue unos ciertos patrones que le dan estabilidad en el tiempo y en los diferentes contextos por los que pasamos.
Ahora bien… ¿qué es lo que hay detrás de estos «raíles» que parecen guiar nuestro comportamiento? Parte de esa «estructura psicológica» que le da estabilidad a lo que hacemos se deriva justamente de lo que pensamos.
Normalmente no actuamos de un modo que vaya en contra de nuestras creencias, a no ser que nos obliguen a ello. Y son los esquemas cognitivos son justamente los diseños de ese circuito por el que suele ir nuestro pensamiento y nuestras opiniones.
Pasar de un concepto a otro: un sistema de pensamiento
Dicho de un modo resumido, los esquemas cognitivos son sistemas de relaciones entre conceptos que hacen que haya una mayor probabilidad de pasar de ciertas ideas a otras. Por ejemplo, si para nosotros el concepto de consumir carne animal está relacionado con el concepto de «lo malo», es difícil que al ver un espectáculo taurino pensemos en el concepto de «arte».
Otro ejemplo sería el de alguien que crea fervientemente en el dios cristiano. Para esta persona es fácil que detrás del diseño de los elementos que encuentra en la naturaleza vea la mano de un ingeniero. Por consiguiente, el concepto «naturaleza» estará relacionado con un concepto que define solo una parte de lo que existe, y no todo, por lo que creerá que hay algo más allá de la materia: la divinidad.
Para un ateo, en cambio, es mucho más probable que el concepto de «naturaleza» guarde una relación de equivalencia con el concepto de «lo que existe», ya que para él no hay nada más que materia en movimiento.
Para terminar, alguien que tenga una autoestima muy baja, probablemente, tendrá problemas a la hora de combinar su autoconcepto con la idea de «éxito». Es por eso por lo que aprenderá un estilo de atribución por el cual interpretará que sus logros son en realidad un simple fruto de la suerte, algo que le habría podido pasar a cualquiera. Por otro lado, también será más posible que interprete las desgracias que le ocurren como si fuesen su culpa, llegando a casos en los que se responsabiliza por las agresiones y los ataques por parte de otros; esto es algo que se ve mucho en víctimas de malos tratos.
Así pues, los esquemas cognitivos hacen que pasemos del concepto A al B con más facilidad que del A al G, y de este modo se generan «redes» de conceptos fuertemente interconectados y que mantienen una cierta coherencia.
La disonancia cognitiva
El hecho de que vivamos interpretando las cosas a través de los esquemas cognitivos tiene aspectos positivos, pero también los hay negativos. Por ejemplo, estos esquemas psicológicos dotan nuestros procesos mentales de una cierta rigidez. Esto, en el mejor de los casos puede conllevar una cierta dificultad para comprender la perspectiva de otras personas, o, posiblemente, para llevar a cabo tareas creativas (investigar sobre la creatividad es complicado); y en el peor de los casos, conduce hacia el dogmatismo.
Sin embargo, hay otro fenómeno que también es consecuencia de la solidez de los esquemas cognitivos: la disonancia cognitiva, un fenómeno por el cual sentimos malestar al sostener dos ideas que son contradictorias entre sí.
Estos son pros y contras que hay que saber gestionar, puesto que no es posible prescindir e los esquemas cognitivos. Lo que sí podemos hacer es intentar que sean más útiles que problemáticos. De hecho, la terapia cognitiva, basada en las ideas de Aron Beck, se basa en ese principio: modificar creencias para hacer que nos sirvan a nosotros, y no nosotros a ellas.