Virginia Barber llegó a Nueva York sin hablar inglés y hoy es directora clínica de la segunda cárcel más grande de EEUU. Publica un libro sobre sus experiencias
Su trabajo exige gestionar la frustración. Hacer frente cada día a una terapia en la que se avanza un paso o se retroceden tres.
Hace cinco años se reencontró con un paciente con trastorno psicótico que había conocido una década antes y al que presumía rehabilitado. Lo que más recordaba de él fue su cariñosa despedida: «Espero no volver a verte, Virginia». Pero volvieron a verse, esta vez en la segunda cárcel más grande de Estados Unidos, Rikers Island (Nueva York). El reencuentro se produjo por culpa del estado psíquico de Henry, por un abogado incompetente que llevó su casa y por la falta de atención médica necesaria. La doctora que visitó a Henry es una canaria que había llegado hace 20 años recién graduada en Psicología a Estados Unidos sin tener «ni idea de inglés».
Cuando visitó por primera vez esta prisión de máxima seguridad dijo que nunca trabajaría allí, pero al tiempo, tras una estancia hospitalaria en el Hospital de Belleveu, aceptó el reto de Rikers. Esta cárcel, icono de la época más dura de la ciudad y que en breve puede ser cerrada, ha tenido en sus celdas a presos legendarios como Mark David Chapman, asesino de John Lennon, y al ex presidente del Fondo Monetario Internacional Dominique Strauss-Kahn. Su población reclusa es de 8.000 personas.
Hoy, Virginia Barber (Lanzarote, 1977) da clases en la Universidad de Nueva York y es directora clínica de salud mental en el Correctional Health Services. Según sus datos, en un centro penitenciario casi la mitad de los reclusos recibe tratamiento psicológico y alrededor 15% del total se estima que sufre trastornos graves como depresiones severas, esquizofrenia o trastornos psicóticos o bipolares. Este segmento de enfermos no llega al 5% fuera de la cárcel.
Para hablar de sus experiencias nos reunimos con Barber en un hotel de Madrid, ciudad que visita de forma exprés con motivo de la publicación de sus memorias profesionales, tituladas Más allá del bien y del mal (Ed. Debate).
¿Son las cárceles los nuevos manicomios camuflados?El alto porcentaje de reclusos con trastornos mentales serios es lo que muchos han denominado la criminalización de la enfermedad. Hace 40 años había muchísimos asilos o manicomios, donde los pacientes quedaban recluidos de por vida. La revolución de los medicamentos antipsicóticos y la demanda de libertad para con unas personas que lo único que habían hecho era estar enfermos permitieron que mucha gente se reintegrara en la comunidad. Eso pasó en Estados Unidos y en Europa. Eso fue bueno, pero no se pensó en un plan B. Ni la atención ambulatoria ni las familias estaban preparadas para gestionarlo. Muchos de estos enfermos eran muy vulnerables y fueron marginados. En EEUU, un gran porcentaje terminó viviendo en la calle. Y muchos tuvieron problemas con la policía. Se pasó del asilo a la cárcel. Al margen de traumas y factores medioambientales que determinen un comportamiento, quería preguntarle si en psicología clínica existe la maldad en sí.A pesar del estigma es sólo un pequeño porcentaje los enfermos mentales que cometen actos criminales si eso es lo que se considera maldad. La gran mayoría si hubiera nacido bajo otras circunstancias no estaría en la cárcel. Pero es cierto que hay gente que encuentras muy compleja. La cultura popular asocia al psicópata como sinónimo de maldad…. Sí, es cierto. Me he encontrado con algunos, gente incapaz de tener empatía y remordimientos. En una ocasión, tratando a uno, sentí cómo me manipulaba. Eso es lo que yo definiría como maldad.Dice que un psicólogo forense no debe opinar sobre la inocencia o culpabilidad de un detenido, ni tampoco de la veracidad de la confesión. ¿Nunca ha perdido la objetividad? Por eso la supervisión es vital en este trabajo. Yo la hago y a mí me la tienen que hacer. Como muchos abogados, hay psicólogos forenses que se niegan a tratar a delincuentes sexuales. En una ocasión, de estudiante, me tocó atender a un agresor sexual con varios crímenes y yo no estaba en un buen momento personal. Hablé con mi supervisora porque el caso me estaba afectando bastante y decidimos derivar el caso a otro compañero.Hay crímenes de gran impacto mediático que hacen que la sociedad exija legislar en caliente. ¿Se equivocan los políticos al escuchar?Son casos que generan alarma social y esta demanda es entendible, pero no se ha demostrado que el endurecimiento penal y medidas tomadas en otros países como EEUU -donde se apostó por los registros públicos de agresores, el ingreso permanente en hospitales tras el cumplimiento de su pena y la prohibición de que el agresor viva cerca de colegios-, desciendan la reincidencia. Ésta hay que decir que es menor que en otro tipos de delitos. Eso es decisión de los políticos, pero cada caso es diferente y hay que estudiar los factores de riesgo, algo que sólo saben los profesionales.
Fuente: https://www.elmundo.es/papel/lideres/2019/04/09/5cab8fc721efa0c0598b4671.html