La pedagoga Patricia Díaz-Caneja acaba de publicar un cuento con ejercicios para aprender a practicar ‘mindfulness’ en familia
¿Cuándo fue la última vez que se duchó prestando atención a la sensación del agua caliente sobre su cuerpo y los aromas del jabón en vez de hacer mentalmente la lista de la compra u organizar su próxima reunión? ¿Cuánto hace que no come tranquilamente, disfrutando y paladeando cada bocado, sin pensar en nada más? Vivimos en la era de la inmediatez, de hacer varias cosas a la vez y deprisa, de intentar llegar a todo. De vez en cuando es bueno darle al ‘pause’, respirar profundamente y concentrarse solo en el presente, en lo que está sucediendo, sin preocuparse por lo que acaba de ocurrir o por lo que habrá que hacer en media hora. Esto que parece tan sencillo es una milenaria técnica oriental de meditación y ahora está al alcance de pequeños y mayores gracias a ‘El bosque tranquilo’, el libro que acaba de publicar la pedagoga gijonesa Patricia Díaz-Caneja.
Todo comenzó hace seis años, cuando Patricia empezó a practicar la meditación y coincidió con la ilustradora Marta Navalgar. «Ella enseguida me propuso hacer juntas un cuento para enseñar meditación a los niños, pero yo todavía no estaba preparada, así que comencé a formarme y a principios de este año nos pusimos en marcha», explica la autora. En un primer momento su idea era la de publicar solamente un cuento para enseñar a los más pequeños en qué consiste el ‘mindfulness’ y para tratar de animarles a practicarlo. Finalmente, y animadas por la editorial, las dos amigas decidieron añadir una segunda parte al libro en la que recogen una serie de sencillos ejercicios para que los niños se adentren, en compañía de sus padres y educadores, en el mundo de la meditación.
«El ‘mindfulness’ o atención plena consiste en, precisamente, centrar toda nuestra atención en aquello que estemos haciendo en cada momento, ya sea comer, lavarnos los dientes o ponernos los zapatos. En sentir la tibieza del agua, el sabor de la pasta, el tacto de los cordones… Es un ejercicio muy sencillo y va a ayudarnos a estar más relajados», explica Patricia. Y revela la clave para comenzar: respirar. Es algo que todo el mundo hace de forma automática y casi sin darse cuenta, agrega, pero en el momento en que alguien es consciente de su propia respiración, comienza automáticamente a relajarse. «Esto es sumamente útil para enseñar a los niños, y a algún que otro adulto, a calmarse en situaciones de ira, miedo o tristeza y aprender a gestionar estas emociones. Ojo, no a controlarlas, sino a ser conscientes de ellas, de por qué nos asaltan y así evitar que nos dominen», señala.
La presión de los padres
A su consulta llegan habitualmente casos de niños «inquietos» a los que los padres muchas veces se ven incapaces de controlar. «En numerosas ocasiones el problema no es solo de los pequeños, también de la familia entera. Muchas veces los padres presionamos a los niños para que se den prisa en hacer esto o aquello y nosotros mismos vamos corriendo de un sitio para otro y realizamos las actividades cotidianas de la casa mientras tenemos mil cosas en la cabeza», explica la pedagoga. Lo ideal, añade, es trabajar en dinámicas que fomenten la concentración. «Si el niño está jugando, que juegue, y si está estudiando, que estudie. La atención plena le ayudará a ser más eficiente», apunta.
Con ejercicios como pedir a lospequeños que escriban lo que están pensando o que enumeren los momentos en los que se sienten enfadados, contentos o asustados, el libro pretende ayudarles a ser conscientes de su mente y su cuerpo. «Se ha observado que la meditación no solo mejora la atención, sino que nos ayuda a querernos más a nosotros mismos y a ser más empáticos, lo que mejora notablemente las relaciones sociales y el rendimiento, tanto en el trabajo como en la escuela». En este último lugar, recalca Patricia, también se puede fomentar el ‘mindfulness’ utilizando los ejercicios que recoge ‘Un bosque tranquilo’.