‘El monstruo de colores’, el cuento para conocer y desenredar emociones ahora es un juego de mesa para toda la familia


Hay unos cuantos cuentos infantiles que son auténticos best sellers por mérito propio. Es prácticamente imposible no estar inmerso en el universo infantil y no conocerlos y apreciarlos. Uno de esos libros ilustrados, recomendado hasta la saciedad y presente en muchos centros educativos y hogares con niños, es El monstruo de colores.

Los niños, a partir de los dos o tres años, necesitan aprender a reconocer y gestionar unas emociones que, con frecuencia, les abruman. Les sucede igual que al monstruo protagonista del cuento, que es un buen instrumento para ayudar en este necesario proceso madurativo.

Tras su éxito ha habido más libros de diferente tipo protagonizados por este simpático monstruo, muñecos, y hace poco (en noviembre) llegó un juego de mesa cooperativo de la mano de Devir y firmado por la misma autora del libro original, Anna Llenas, y también por Josep M.Allué y Dani Gómez.

Hemos podido probarlo y nos ha gustado mucho. Tiene una mecánica sencillísima; tan sencillas son sus reglas que si hay por casa un niño que tiene a partir de seis o siete años, me parece buena idea animarle a que sea él el que lea las instrucciones y las explique a los demás.

Las resumo: hay un tablero en el que están representados, con áreas de colores, las distintas emociones: alegría, enfado, tristeza, calma y amor. En cada zona hay una ficha que representa ese sentimiento del monstruo. Hay que ir tirando un dado que nos permitirá ir desplazándonos con la figura del monstruo una o dos casilla. Al llegar a una zona concreta siempre hay que contar algo, una experiencia, situación, objeto, persona… que nos inspire ese sentimiento. Si en esa zona había una ficha, hay que elegir el frasco en el que colocarla, practicando la memoria para dar con el color correcto. Si acertamos, ya la dejamos girada y colocada. Si el frasco es de otro color, la volvemos a dejar en su zona. Si damos con un frasco de revoltijo lo dejamos girado y acumular tres revoltijos a la vista implica perder. En el dado también hay una opción que nos permite ir a cualquier zona que queramos y otra que nos permite mover a la niña. Si niña y monstruo se encuentran en una misma área, podemos anular un revoltijo.

También hay un

Lo importante aquí no es el reto cognitivo que suponga, sino lograr una experiencia de juego bonita y constructiva, hablando de sentimientos, que es algo que no siempre resulta fácil (no solo a los niños, también a muchos adultos), y que hacemos con menos frecuencia de lo que deberíamos. Solo por eso, ya tiene un gran valor.

Es además un juego que permite que nos conozcamos mejor, a los demás y a nosotros mismos, porque pensar en lo que nos hace sentir calma, cariño, felicidad, rabia o tristeza, supone un sano ejercicio de reflexión a cualquier edad.

Es eminentemente un juego para niños, el tamaño y manejabilidad de sus elementos lo proclama. También lo hace el hecho de que las partidas son muy cortas. En unos diez minutos podemos haber logrado colocar cada sentimiento en su frasco. Y para niños muy pequeños. Está recomendado para niños a partir de cuatro apos, pero con tres años los habrá que ya pueden estar lanzando el dado. No obstante, creo que puede ser un bonito juego para las sobremesas familiares, involucrando también a abuelos y bisabuelos en la diversión.

Y es un juego que no alienta la competición. Como ya apunté, es cooperativo. Es entre todos cómo hay que ayudar al monstruo, lo que también es un valor. Sé que los juegos cooperativos son los menos, que la gente a veces no se siente motivada si no existe la opción de ganar y perder, pero yo confieso que disfruto mucho con este tipo de juegos y me parecen especialmente interesantes con niños. Algunos de nuestros pequeños son demasiado competitivos, cooperar jugando puede beneficiarles.

Con dos jugadores funciona bien y admite hasta cinco. Aunque habiéndolo probado, si son seis o siete tampoco va a ser un problema y nada impide jugar por equipos. Los juegos están para ‘hackearlos’ siempre que el objetivo sea disfrutarlos.

En las aulas puede ser un excelente instrumento. Se puede encontrar por unos treinta euros y no es imprescindible conocer el cuento en el que se ha inspirado. En las instrucciones incluye una pequeña guía con recomendaciones para ahondar sobre los sentimientos que aparecen mientras jugamos o para animar a los peques a expresar sus emociones.

Fuente: blogs.20minutos.es

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