Ver a nuestros hijos desarrollarse intelectualmente es uno de los placeres más grandes de la vida. Nos lleva a soñar despiertos acerca del éxito, los logros y la felicidad en la vida que esperamos para ellos. Y en la medida en que alcancen hitos en este desarrollo –especialmente en los primeros cinco años de vida– no resistimos preguntarnos qué les permite crecer intelectualmente de manera tan rápida e impresionante.
¿Heredaron todo ese talento bruto?, ¿o son así de inteligentes porque les pusimos a Mozart durante el embarazo?
El debate “naturaleza-crianza” es eterno y ha inspirado algunas novelas y películas muy divertidas. Pero como la mayoría de las cosas, la realidad subyacente es más compleja que una fórmula binomial. De hecho, tanto la ciencia como la experiencia sugieren que ambas –la naturaleza y la crianza– ejercen su influencia en el desarrollo de la mente del bebé.
Cabe recordar que los primeros cinco años de vida son fundamentales en este proceso. En el día uno, los bebés no tienen casi ninguna capacidad intelectual, sólo perciben y reaccionan. Pero el tamaño del cerebro (de alguna forma una medida de inteligencia) se triplicará tan sólo durante el primer año. Y mientras los niños aprenden y se desarrollan, para los cinco años sus cerebros se encuentran casi completamente crecidos y formados.
Naturaleza: La genética del desarrollo cerebral
Al nacer
Los bebés nos parecen incapaces y vulnerables. Pero presentan algunas capacidades cognitivas bastante asombrosas aun en ese momento, como bien sabe cualquier mamá que ha experimentado la alegría de ser reconocida por su bebé, o cuando éste ha imitado sus expresiones faciales. En términos intelectuales, eso es mucho más sofisticado que tan sólo dormir, comer y… pues ya sabes qué más.
Alrededor de los ocho meses
Llegan a un verdadero hito en su desarrollo. A partir de entonces empiezan a formar sencillos “planes de acción”. ¿Qué es eso? Considera qué tan conscientes llegan a ser de mamá (y papá) como fuentes de atención y cuidado, y las mañas que practican para mantenerlos cerca. Es esencial que los padres estén “disponibles” durante esta fase. Lo que la doctora Eliot llama attachment (cariño, apego) entre madre e hijo “es clave en el desarrollo cognitivo, porque le ofrece al bebé una base segura para la exploración de su mundo.”
A los 18 meses
Sus destrezas sensoriales y motrices están casi completas. Es un momento en que empiezas a sentir que tu hijo tan hábil –y tan obstinado– ya no es bebé. Los comienzos del habla también representan un verdadero logro. Él ya entra al mundo del pensamiento simbólico: memorias y conceptos que se forman sin un estímulo sensorial. Hay avances en el autocontrol también: aprender a reprimir reacciones, para tener una oportunidad de pensar, será esencial en todo proceso de aprendizaje que enfrentará en la vida.
http://www.bbmundo.com/bebes/desarrollo/el-cerebro-de-los-cero-a-los-cinco-anos/