No todas las heridas del cuerpo se curan con una simple tirita, algunas necesitan desinfección, limpieza, puntos y periodo de cicatrización…eso mismo pasa con los dolores del alma.
A mi consulta llegan muchos pacientes con problemas determinados y diversos: obsesiones que no les dejan vivir, dolores en el cuerpo sin explicación médica (te animo a leer mis artículos «cuando el cuerpo grita lo que la mente no acepta (1ª y 2º parte)», estados de ánimo «no explicables» con la vida que lleva la persona, sentimientos de «vacío» constantes…
Cuando llega un paciente se atiende lo que denominamos los psicólogos el «motivo de consulta» que sería aquello que la persona considera que le está ocasionando algún problema o molestia. Creo que no exagero si digo que el 80% de los motivos de consulta al final no son tales sino que «esconden» cosas que ni la persona se había planteado, ni, en muchas ocasiones, sabían que existía.
Aquí creo que es una cuestión básica del psicólogo; averiguar realmente de dónde viene eso que está dañando a la persona. Muchas veces mis pacientes, incluso en la primera sesión se quedan un poco sorprendidos de las conexiones que puede haber entre cosas que ni se habían planteado que tuviesen que ver con lo que les sucede en el momento actual.
Para mí, conocer la raíz real de problema es básico. Si no conocemos el porqué de lo que nos sucede, si desconocemos la causa real de algo que nos duele ¿cómo eliminarlo? Puedo ponerme a probar cosas: dejar el trabajo a ver si así mejoro, tomar medicación para ese dolor que ya el doctor me ha dicho que no se explica, alejarme de mi familia porque creo que son la causa de mi problema, cambiar de ciudad para empezar de cero… si tenemos la suerte de acertar, estupendo, pero ¿y si haciendo todo eso seguimos igual? Habremos perdido tiempo, energía y quizás, más cosas. Además, seguramente el problema se haya agravado durante este tiempo.
No todos los problemas tienen raíces profundas. A veces tan solo son momentos que se nos escapan un poco de control y que con un poco de ayuda, unas orientaciones y un poco de trabajo se sale adelante. Pero, ¿esto sirve para problemas con raíces profundas?, claramente no.
Yo siempre explico esto en mi consulta con la metáfora de una herida:
- Todos sabemos que hay heridas superficiales a las que les ponemos una tirita o una venda y que curan casi por sí mismas sin necesidad de mucho más. Esto representaría a esos problemas que a veces no podemos controlar pero que, afortunadamente, no tienen una raíz muy profunda en nuestro ser. Son heridas que, a lo mejor, no podemos curar solos porque nos faltan las herramientas para ello pero que una vez hemos adquirido esas herramientas en terapia logramos hacerlas nuestras y utilizarlas a lo largo de nuestra vida.
- Por otro lado a veces tenemos heridas que no paran de sangrar y que, por muchas tiritas o vendas que nos pongamos, no logramos parar ese sangrado y por ende, ese dolor. Esas heridas necesitan una cura, una limpieza, unos puntos… seguirá doliendo porque es profunda pero poco a poco irá cicatrizando y, aunque esa cicatriz nos acompañara siempre, la herida está cerrada y no volverá a doler. Este proceso, como es lógico, lleva más tiempo e incluso puede ser algo más molesto que el anterior pero no por ello deja de llegarse al mismo fin: que deje de doler.
Aquí está la cuestión terapéutica a la que quería llegar. No sirve de mucho, por no decir, de nada, poner tiritas o vendas a heridas profundas sin antes limpiarlas, curarlas y darles su tiempo de cicatrización. Es importante ponernos en manos de buenos psicolog@s que puedan localizar el origen de esos problemas para así intentar eliminarlo y que no vuelvan a ocasionarnos molestias nunca más.
Si necesitas ayuda o estás pensando en ponerte a trabajar sobre tus heridas puedes contactar conmigo.