A los 16 años, a Marta M. le diagnosticaron trastorno de déficit de atención por hiperactividad (TDAH) por un cuadro de ansiedad. «En Primaria me iba bien, como al resto de mis amigas, pero al pasar a la ESO me di cuenta de que, estudiando lo mismo que ellas, no me cundía igual, y empecé a suspender algunas asignaturas. Eso me empezó a angustiar y a bloquearme. También minó mi autoestima:pensaba que era tonta, que no servía para estudiar«, cuenta a este periódico.
En esta situación de ahogo permanente y de no dar la talla, Marta tuvo un ataque de ansiedad que le hizo ingresar en el hospital. Fue entonces cuando descubrieron que tenía TDAH. «A partir de aquí mi vida fue a mejor, porque sabía que algo pasaba y ya vieron lo que era; no era tonta».
El TDAH no es una enfermedad monogénica, es decir, causada por un solo gen. Son muchos los estudios que indican que hay unos determinados genes que confieren un mayor riesgo de tener este trastorno, según explica José Antonio Ramos Quiroga, coordinador del Programa de TDAH del Hospital Universitario Vall d’Hebron, de Barcelona. Aún no se sabe si el número de genes afecta a la gravedad y si una variante genética determinada hace que el trastorno sea más o menos grave. Lo que sí que se conoce es que el ambiente es muy importante. Así, en un ambiente estructurado, que marca pautas y límites y que entiende lo que está pasando, el TDAH está amortiguado.
Con ayuda de sus amigas, profesoras del colegio, su médico y la asociación de TDAH de Barcelona, Marta está ahora en segundo curso de Comunicación. Toma su medicación todos los días durante el curso y descansa en verano. El mayor incordio es que tiene un poco de insomnio, que intenta mitigar tomando una pastilla matutina. Para afrontar su día a día tiene sus trucos y se organiza lo mejor que puede. Por ejemplo, en época de exámenes sabe que es imposible estar sentada más de tres horas. Por eso, lo primero que hace son las tareas que requieren más esfuerzo y concentración y deja para el final el resto. «Tengo muy buena memoria auditiva, por lo que me gusta recitar los temas en alto. Eso me ayuda a fijarlos».
Su hermano Xavier también tuvo un diagnóstico de TDAH tardío, en quinto de Primaria. Su profesor observó que era un poco más nervioso que los demás y ahí se desataron las alarmas. Ahora, a sus 18 años, está en primero de Humanidades y con medicación. «Me va bien, me ayuda a concentrarme. Si veo que estoy estresado y que necesito respirar, el ejercicio es mi válvula de escape. Por eso, hago mucho deporte».
Si trasladamos esto al ámbito laboral, cuando las personas ya son adultas y el TDAH no está bien controlado, aparecen varios problemas: no llegan puntuales al trabajo, no son capaces de seguir una reunión, no terminan las tareas propuestas y tienen dificultades para mantener su puesto de trabajo. Algunos de estos síntomas los sufre Jordi, el padre de Marta y de Xavier. Él lleva toda su vida con problemas para fijar la atención, para concentrarse, para trabajar en equipo, para bajar al detalle de una propuesta, de un presupuesto, para llegar a la hora a una cita… Ante esta situación prolongada, su médico ha decidido que Jordi sea estudiado en el programa del Vall d’Hebron, dirigido por Ramos Quiroga.
Cada vez es más conocida
Cada vez se conoce más sobre la hiperactividad en los adultos, bien niños hiperactivos que ya han alcanzado la edad adulta o personas que se diagnostican, en muchos casos, por sus hijos. José Luis Carrasco, jefe de Sección del Servicio de Psiquiatría del Hospital Clínico San Carlos, de Madrid, dice que son muchos los adultos que él ha diagnosticado con TDAH cuando acudían a la consulta acompañando a sus hijos.
Desde 2002, han pasado más de 2.000 personas por la unidad del doctor Ramos Quiroga. De éstas, sólo el 19% tenía un diagnóstico hecho en la infancia y siguen siendo atendidas en este programa. «La edad media de nuestros pacientes es de 30 años. Son personas que han tenido problemas y dificultades en la infancia, que no habían sido diagnosticadas de forma adecuada. Un porcentaje importante, que llega más o menos al 30%, viene derivado de centros de drogodependencia (alcohol, cannabis, cocaína) y tenemos un 20% que son padres de niños con TDAH. Tienen todos los síntomas desde la infancia y cuando hacen la evaluación de sus hijos se dan cuenta de que ellos también tienen este trastorno. En estos casos, es el psiquiatra infantil quien deriva al padre a nuestro programa», apunta Ramos Quiroga.
Aún queda mucho camino por recorrer, pero ya se están dando pasos para entender mejor lo que pasa por el cerebro de un adulto con TDHA y que lo conozcan los especialistas en Psiquiatría. Uno de los objetivos de la Sección de Trastornos del Neurodesarrollo de la Asociación Europea de Psiquiatría es hacer un curso específico de adultos con este problema para que los psiquiatras estén bien formados y sepan las escalas y cómo hacer el tratamiento de forma rigurosa. Para eso, el especialista barcelonés recuerda que cuando una persona le dice que pierde cosas, no se organiza, le cuesta mantener la atención, se distrae constantemente, posterga sus tareas, es impulsiva, corta a los demás hablando, no aguanta una cola, habla y se mueve mucho… hay que ver si esos síntomas son patológicos.
Toman fármacos de niños
Por alguno de estos síntomas han preguntado a Marta y a Xavier si son hiperactivos y ya, con toda naturalidad, dicen que sí, han aprendido a vivir con ello; haciendo primero lo que les cuesta más y detectando las señales que hacen que se pierdan y no se centren. Cuando eso pasa, paran, se despejan y siguen con su vida.
Las personas hiperactivas se sienten inquietas y necesitan seguir estimulando su cerebro. No saben desconectar su actividad cerebral y tienen que seguir en acción, manteniéndose estimulados. De ahí que la mayor parte del tratamiento farmacológico que se prescribe en estos casos sean estimulantes.
La controversia planteada por los fármacos que se emplean para tratar el TDAH viene dada porque son medicamentos que toman niños y, por eso, algunos ponen en duda su seguridad. Ramos Quiroga la defiende basándose en todos los años que llevan utilizándose, puesto que se trata de fármacos muy antiguos. Los más comunes tienen más de 50 años, y con ellos se han tratado a millones de personas. No obstante, recomienda tener cuidado y controlar el peso cuando se administran en niños, porque uno de sus efectos adversos es la pérdida de apetito.
Se espera que el próximo año llegue a las farmacias un nuevo medicamento que ya está aprobado por el Ministerio de Sanidad. También hay que luchar contra el olvido, ya que muchos pacientes no siguen el tratamiento de forma adecuada porque no se acuerdan de tomar todos los días su pastilla. Uno de los mayores problemas al que se enfrentan los especialistas es la falta de cumplimiento terapéutico. La unificación de las dosis la ha mejorado, pero los pacientes deben ser conscientes de lo que implica no tomar su medicación.