Se calcula que alrededor del 50% de los niños diagnosticados con trastorno específico del lenguaje en la primera infancia muestran persistencia en el largo plazo, que se traduce en problemas de aprendizaje de la lectoescritura en la edad escolar. Pautas de alarma para detectarlos a tiempo.
Mi hijo no habla, pero entiende todo», «¿ya habla? mi nena no dice ni una palabra todavía», «mi hijo es un vago, se hace entender a su manera», «el hermanito habló mucho antes». Si bien es sabido que cada niño es único y que las comparaciones no son buenas, así suelen surgir las primeras dudas en los padres acerca del desarrollo del lenguaje en sus hijos.
El trastorno específico del lenguaje (TEL) es un cuadro que aqueja a aproximadamente el 7% de la población infantil y supone la alteración sostenida en el tiempo para aprender a entender y/o hablar sin que existan limitaciones intelectuales, auditivas, neurológicas o psicológicas que lo justifiquen.
«El lenguaje es una habilidad genéticamente determinada, existen mecanismos cerebrales que en contacto con el estímulo del ambiente permiten el acceso al lenguaje. En situación típica el cerebro aprende solo el lenguaje, sin esfuerzo consciente», explicó la doctora Verónica Maggio, directora del Curso de Comunicación Bimodal de la Facultad de Ciencias Biomédicas de la Universidad Austral.
En situación típica el cerebro aprende solo el lenguaje, sin esfuerzo consciente
«Las primeras manifestaciones de esta función comienzan a revelarse alrededor de los 18 meses cuando el niño dice las primeras palabras, y en torno a los dos años aprende a combinarlas en frases de dos componentes, como por ejemplo ‘papá auto’. A partir de los tres años pueden decir frases cortas con artículos y verbos conjugados. De este modo, prosigue el recorrido hasta alrededor de los seis años, cuando se termina de construir la estructura básica del lenguaje», puntualizó Maggio.
Esta habilidad tan fácil de adquirir en niños de desarrollo típico, no se manifiesta del mismo modo en niños con trastorno específico del lenguaje. Los síntomas detectados son variables de acuerdo a la edad, al igual que las repercusiones en otras áreas en el corto y largo plazo.
La especialista brindó algunas pautas de alarma para tener en cuenta.
Entre los dos y tres años:
– Demora en la aparición de las primeras palabras, más allá de los 24 a 30 meses.
– Dificultad para seguir pequeñas órdenes verbales, como «traé tus zapatillas».
– Uso preferente de gestos para conseguir lo deseado.
– En muchos casos a estos síntomas se suman hiperactividad o problemas conductuales.
En torno a los dos años el niño aprende a combinar las en frases de dos componentes
Entre los tres y cuatro años, a los ítems anteriores se agregan los siguientes:
– Comprende sólo órdenes simples cuando se le señalan los objetos o cuando está en el contexto específico.
– Usa jerga (lenguaje sin sentido).
– Usa ecolalias (repite exactamente lo que escucha no demostrando entender).
– No puede combinar dos palabras en una frase o lo hace sin usar nexos ni artículos.
– No es comprensible nada de lo que dice porque pronuncia muy mal las palabras.
– Dificultad para narrar pequeños eventos de su vida cotidiana.
En niños de cinco años o más:
– Dificultad para comprender la consignas escolares.
– Poca habilidad para armar frases largas.
– Limitaciones para contar cosas, les cuesta organizar lo que quieren contar.
– Muestran interrupciones al hablar porque no recuerdan palabras.
Se calcula que alrededor del 50% de los niños diagnosticados con TEL en la primera infancia muestran persistencia en el largo plazo. «Estos niños en edad escolar suelen tener problemas de aprendizaje de la lectoescritura, secundarios al trastorno del lenguaje. A algunos se les hace difícil comprender la asociación entre letras y sonidos, con lo cual tardan mucho en aprender a leer; otros suelen tener problemas para comprender lo que leen, y otros pueden presentar fallos en ambas habilidades. Ciertamente, el no contar con buenas destrezas lectoras condiciona el progreso posterior», señaló la especialista, quien también integra el servicio de Fonoaudiología del Hospital Universitario Austral.
La clave para tratar los TEL es utilizar mecanismos compensatorios que faciliten la comprensión y la expresión del lenguaje, tal como el uso de gestos acompañando la expresión verbal. A ésta técnica se la denomina «comunicación bimodal» y constituye un recurso de primera elección en la intervención de estos casos.
Finalmente, para Maggio «es fundamental tomar en consideración la existencia del TEL para la detección e intervención temprana, ya que es el único medio por el cual se pueden neutralizar o aminorar los efectos del cuadro».