Cómo preparar a tus hijos un buen desayuno para el cole.


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Esto lo sabe muy bien nuestra psicóloga experta en nutrición, responsable del Servicio de Psiconutrición en CPC tanto para niños como para adultos.

Por un desayuno libre de productos industriales, no te agobies si tu hijo no tiene hambre solo despertarse y llena la mochila con fruta, bocadillos, frutos secos y alimentos que complementen las comidas para conseguir una ingesta diaria completa y equlibrada.

1. Si se compra envasado en plástico, no se lo pongas

No nos referimos precisamente a la bolsa en la que ponemos las manzanas o los plátanos, sino a la bollería industrial, galletas y cereales a tope de azúcar, leche con cacao, bricks de zumo procedente de concentrado y otros productos industriales tristemente habituales en los desayunos escolares. Ni son buenos ni, reconozcámoslo, lo están: el azucarazo y el exceso de grasa ocultan al paladar cualquier posible atisbo de sabor.

2. Olvida los alimentos específicos para el desayuno

Nuestro nutricionista de cabecera, Juan Revenga, se pregunta por qué asumimos que hay alimentos típicos ‘de desayuno’ que jamás pondríamos en una comida o una cena. “Pensemos en ello y, cuando identifiquemos este tipo de productos, asumamos que tampoco deberían formar parte de un desayuno”.

Y a la inversa y en positivo, “una vez que tengamos alimentos identificados como saludables idóneos para comidas o cenas (con sus postres incluídos) esos alimentos se pueden ir directamente y en tobogán a los desayunos de los niños. Creo que ya va siendo hora de romper ciertas inercias absurdas además de inventadas por los de siempre: la industria”. ¿Barritas de cereales con miel? No. ¿Galletas de chocolate? Tampoco ¿Una tortilla francesa, pan y tomate? Adelante. Y así con todo.

3. Respeta los tiempos del niño

Juan Revenga tiene un mensaje para los padres preocupados porque a sus hijos no les apetece comer antes de ir a la escuela: “respecto al miedo o incluso terror que pueda causar mandar al cole a un niño sin desayunar en casa –digo en casa porque tarde o más temprano terminará desayunando– sirva esto como tranquilizante:

Esta reciente publicación evalúa el impacto de realizar el desayuno en el aula (algo relativamente frecuente en los programas sociales de Estados Unidos) y de entrada concluye una pseudo obviedad más o menos previsible: en aquellos programas escolares en los que se contempla el desayuno en el aula hay menor absentismo escolar, pero en cuanto al rendimiento, no se observaron diferencias entre aquellos niños que seguro sí desayunaban frente a los que no se sabía si desayunaban o no.

En nuestro entorno me parece inmoral el forzar a un niño a comer (en especial si se le dan chucherías de desayuno), más incluso que el forzar a un adulto ya que, al fin y al cabo con los niños se puede ejercer más fuerza. Al igual que un adulto puede salir de casa por el simple hecho de que no le entra nada inmediatamente después de levantarse, un niño tiene el mismo derecho”.

4. Sé -un poco- prevenido

Evidentemente no hace falta hacerse un programa de desayunos mensual, pero sí está bien tener algo en la recámara para esos días en los que la nevera flojea. Nueces, avellanas o almendras, una lata de atún que puede convertirse en un estupendo bocadillo y algo de pan en el congelador o en forma de tostada –idealmente, integral– serán nuestros mejores aliados cuando lo fresco flojea.

El nivel de previsión debería aumentar cuantos más desayunos haya que preparar a diario: cualquiera que tenga que enfrentarse recién despertado a la tarea de preparar tres tentempiés (mis hijos se despiertan con hambre, desayunan otra vez en el cole y meriendan antes de las actividades de la tarde) sabrá de qué le hablo. Si la situación es dramática y hay que improvisar de camino al colegio, la solución más simple y fácil está en pasar por la frutería (y con ella pasamos al siguiente punto).

5. Piensa en verde

La fruta lo tiene todo para ser el desayuno escolar perfecto (o una parte importante de él). Juan Revenga apunta que “siempre que le pidas al frutero que te la lave antes de entregártela –algo que me imagino le encantará– o lo hagas tú mismo en una fuente. Manzanas, peras, plátano, mandarinas, clementinas (las que se pelan tienen el plus de que no hace falta lavarlas), pero también un kiwi (hay cucharillas-cuchillos de plástico que se pueden transportar perfectamente para estas cuestiones… si eres previsor), cerezas, melocotones o ciruelas”. Añado un tentempié vegetal que triunfa bastante entre mis cachorros: zanahoria, pasas y queso curado.

6. Y en pan

El pan es la base perfecta para un desayuno de media mañana, Pan de verdad: de trigo, espelta o centeno, mejor integral y de una buena panadería, sin mejorantes, de fermentación lenta, con aroma y con cuerpo. Los niños tienen unos dientes estupendos y pueden –y deben– utilizarlos, así que no necesitan comer siempre hogaza de molde blandito. A este pan podemos añadirle un chorrito de aceite, jamón dulce o salado, queso fresco o curado, unas lonchas de pechuga de pollo o pavo o el atún o la tortilla que mencionábamos antes. Para darle un extra de sabor y frescura, podemos añadir unas hojas de lechuga o rodajitas de pepino, tomate o cualquier otra hortaliza.

7. Busca el equilibrio

Ya sabemos que el desayuno no es la comida más importante, pero los dos o tres tentempiés diarios que toman los niños acaban siendo una parte nada desdeñable de su ingesta diaria. Es importante tener en cuenta el resto de alimentos que van a consumir durante el día –si comen en el colegio está bien tener el menú a mano–, para que la alimentación al final del mismo sea lo más equilibrada y completa posible.

Algunas de las organizaciones que diseñan los menús de los comedores escolares –con nutricionistas en plantilla o como asesores– incorporan sugerencias de cenas, desayunos y meriendas: si tienes el día poco inspirado, siempre puedes echarles un vistazo.

8. Recicla y reutiliza

Esto no es exactamente de comida, pero también es importante. Teniendo en cuenta la cantidad de tentempiés que toman al año nuestros hijos por ahí, llevarlos en un táper o elemento reutilizable –siempre que haya que envolverlos– le ahorrará al planeta un buen montón de papel de plata que procesar. Si las tarteras son incompatibles con los juegos en el patio, inventos como éste –que se puede meter perfectamente en el bolsillo– harán exactamente la misma función.

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