En el antiguo Egipto los dolintes tenían prohibido llorar en público la muerte de un familiar. Contrataban a mujeres para que lo hicieran por ellos. La tradición continuó en Grecia y en Roma, donde las plañideras cobraban por derramar lágrimas y exhibir su dolor. Todas las culturas necesitan rituales para superar la pérdida, pero el paso del tiempo nos ha convertido en una sociedad tanatofóbica. La muerte y sus emociones llevan aparejados procesos que sociológicamente se construyen como un tabú. En general, la gente evita hablar sobre la muerte y el luto, por eso resulta tan complicado saber qué decir a alguien que se enfrenta a una pérdida.
El duelo es un proceso psicológico que se produce ante la desaparición de un ser querido o la ruptura de un vínculo. El terapeuta y especialista colombiano Jorge Montoya Carrasquilla subraya que el dolor ocasionado en el duelo es total: duelen el cuerpo y el alma. La muerte es una de las experiencias más estresantes que debemos afrontar los humanos. No solo la persona que pierde a un ser querido, también aquellas que la rodean, que en muchas ocasiones muestran su apoyo de forma inapropiada.
“Quien padece el duelo, fundamentalmente se encuentra triste. Acaba de perder a alguien que quiere y esa tristeza embarga muchos aspectos de su vida. Es una emoción lógica. Es inevitable pasar el duelo y hay que hacerlo de la mejor manera posible”, subraya José Luis Pedreira, psiquiatra del hospital La Luz de Madrid.
Recurrir a ciertas frases durante el proceso de duelo puede causar más daño que beneficio a la persona a la cual intentamos ayudar. En muchos casos son expresiones socialmente establecidas. Una de las más utilizadas es: “Sé cómo te sientes”, pero realmente nadie puede saber cómo se siente la otra persona, porque el duelo es íntimo, personal e intransferible. “Cada cual pasa el proceso a su manera, según sus rasgos, sus experiencias y su funcionamiento biológico”, explica el doctor Pedreira. Otra fórmula de pésame desafortunada es: “El tiempo lo cura todo”; sin embargo, atribuir al tiempo el poder de curación sin dar herramientas es arriesgado. El manido “ahora ya descansáis los dos”, utilizado cuando el difunto ha sufrido una larga enfermedad, puede sumir a su cuidador en un estado de culpabilidad.
El psicoterapeuta José González, autor de Acompañar en el duelo, subraya que el proceso es similar a atravesar un túnel, y que la mejor forma de actuar es acompañando a la persona que sufre. En su opinión, muchas de las frases que utilizamos solo sirven para cercenar sus emociones, lo que puede cronificar su situación. González explica que parte de su trabajo consiste en legitimar las emociones aparejadas al duelo: “La persona que sufre debe sentirse libre para expresar la pérdida. Hay que dejarla llorar, enfadarse o tener envidia. Por ejemplo, es posible que una mujer que ha sufrido un aborto sienta envidia de una amiga que acaba de ser madre. Las emociones no son negativas; son desagradables, pero pueden ser útiles”.
Hay otras situaciones que también debemos evitar si queremos ayudar a quienes sufren el duelo. Es un error mostrar predisposición a hablar de cómo nos afecta la pérdida de los demás, destacar el lado positivo de algo que no lo tiene y recurrir al apoyo religioso, que no es bien recibido cuando el doliente no es creyente. El psicólogo Guillermo Fouce sostiene que, en líneas generales, es mejor no decir nada en vez de arriesgarse a soltar una frase inadecuada o mentir: “Lo más conveniente es tirar de la comunicación no verbal. Dar un abrazo, una caricia o una mirada”.