Aunque no hay quien entienda lo que está sufriendo un deprimido su entorno familiar es determinante para ayudarle a superar la enfermedad.
La depresión es una enfermedad difícil de diagnosticar. Muchas veces se manifiesta con un dolor emocional profundo pero también con dolencias físicas como cambios de peso, alteraciones del sueño, fuertes dolores de cabeza y lentitud motora. Esto hace que pueda confundirse con otras condiciones. Juliana, una profesional de 26 años que hace cinco fue diagnosticada con trastorno bipolar, sufre episodios serios de depresión. “Yo empecé con mi desánimo por todo y estaba irritable siempre. Ya no tenía fuerza para ir a estudiar”, dice.
Quienes rodean al enfermo tampoco saben qué hacer. Los trastornos mentales están estigmatizados y la gente rechazar a quienes los padecen por considerarlos erróneamente como locos. Otros simplemente creen que es un problema de tristeza pero en el caso de los deprimidos esta melancolía es permanente y por lo tanto una condición que requiere de un tratamiento. Casi siempre esa tristeza viene acompañada de una pérdida del placer en las actividades de la vida diaria, tensión en el trabajo y en las relaciones afectivas. “Yo me aislé de mis amigos, de mi novio y de mi familia”, relata Juliana.
La depresión lleva a la persona a sentirse inútil y sin esperanza. Por lo general creen que nadie puede entender lo que ellos están sintiendo. Y lo cierto es que cuando estos síntomas no se entienden en el contexto de la enfermedad las personas que rodean al enfermo creen que ese comportamiento es un problema de actitud. Es por eso que frente a esta situación, muchos tratan de animarlo con frases como “no es para tanto”, “sonríe” o “pon de tu parte para superarlo”. Sin embargo, si no se comprende bien la aflicción, esa actitud puede ser contraproducente no solo porque minimiza sus sentimientos, los hacen sentir culpables de la enfermedad y ello puede fomentar aun más la sensación de aislamiento.
Entender al enfermo con depresión es importante porque las personas que están en su entorno pueden ayudar en el tratamiento. En el caso de Juliana, gracias a que su familia decidió conocer todo acerca de esa enfermedad, ella ha recibido un gran apoyo. “Lo que me ha ayudado es el acompañamiento y la buena comunicación con mi familia. Todos nos hemos informado muy bien y entienden que lo que yo padezco es una enfermedad y no un problema de carácter”, cuenta.
Ese acompañamiento es fundamental para motivarlos a iniciar un tratamiento, así como para estimularlos a expresar sus sentimientos. El papel del interlocutor es escuchar sin juzgar. Según los expertos los comentarios de estos pacientes siempre se deben tomar en serio para desanimar pensamiento suicidas, uno de los más grandes riesgos de esta enfermedad.
La Organización Mundial de la Salud (OMS), calcula que cerca de 350 millones de personas en el mundo sufren depresión. A pesar de su alta incidencia muchas veces el padecimiento es poco entendido y muchos no reciben el diagnóstico o no lo consideran una enfermedad que puede ser tratada. Carolina Guzmán, psicóloga experta en calidad de vida, explica que existen muchas personas que pueden estar padeciendo este trastorno sin ser conscientes de ello. “Este trastorno deteriora notablemente las facultades mentales, emocionales y sociales de la persona, de su familia y entorno. El dolor que padece el individuo por la depresión resulta incapacitante para realizar labores cotidianas”.
Pero la depresión se puede manejar con un tratamiento farmacológico así como con terapia sicológica. Estas personas pueden perfectamente desempeñarse en un ámbito laboral. De hecho algunos deprimidos se refugian en el trabajo para olvidar el dolor emocional, pero esto es contraproducente porque el estrés puede exacerbar los síntomas. Además si el paciente se encierra solo en el aspecto laboral no atiende las otras esferas de la vida que podrían ayudarle a compensar su tristeza. Por eso en la oficina sus compañeros pueden ayudar no solo ayudándolos a equilibrar su carga laboral sino a manejar el estrés. La idea es evitar que ese estado se vuelva más grave. “Hay que estar atento a conductas extrañas y evitar que termine en un suicidio”, explica Guzmán.
Lo más importante es no hacer sentir al deprimido culpable de su enfermedad y mantener una buena comunicación así sea complicado hablar con una persona que todo el día está desanimada. Es crucial hacerle sentir que cuenta con su apoyo y que no se le juzga. Frases como “estoy aquí para lo que necesites”, “no estas solo” o “no es tu culpa” ayudan a que esa persona salga adelante.