Todos experimentamos la pérdida de algún ser querido en algún momento de la vida, ya que la muerte es inherente a cualquier ser vivo e inevitable.
Este hecho destaca la necesidad de poseer recursos eficaces y con ellos afrontar el proceso de la muerte de la manera menos traumática posible.
Sin embargo, en la actualidad, es un tema incómodo, que intentamos evitar y por lo tanto es poco hablado y trabajado. Incluso cuando nos tenemos que enfrentar a la muerte directamente, pretendemos que sea un proceso corto y poco doloroso.
Se espera que se recupere la actividad cotidiana prácticamente en el mismo momento en que muere la persona allegada.
Si hablamos dentro del entorno infantil, llega a ser prácticamente un tema tabú, donde prima la ocultación del proceso, la demora de la noticia y el mantenerlos al margen de todo lo relacionado con la muerte.
Todo esto viene desde diferentes motivos, por un lado está la NO aceptación y adaptación del adulto a este proceso y por otro, a evitar el sufrimiento de los menores optando porque desconozcan la noticia.
Sin embargo, todos los especialistas en la infancia están de acuerdo de la importancia de abordar la muerte desde edades tempranas para facilitar su comprensión y mejorar el afrontamiento de las situaciones futuras viéndolas como naturales.
Antes de abordar el proceso de duelo de un niño, es interesante conocer cómo se desarrolla el concepto de muerte según la etapa evolutiva.
Hasta los dos años:
No conocen la palabra ni el significado de muerte.
Perciben la ausencia y los cambios que conllevan.
No se puede hablar y explicar en esta etapa pero si es importante continuar sus hábitos y rutinas tal y como estaban antes de la pérdida.
Tres a seis años:
Etapa en la que predomina el egocentrismo y el pensamiento mágico. Entiendan la muerte como algo reversible y temporal, pudiendo compararlo con estar dormidos y por tanto con poder despertar y volver a vivir.
No son capaces de comprender el concepto de universalidad de la muerte, y pueden llegar a pensar en la inmortalidad de ellos o sus padres (pensamiento egocéntrico), al mismo tiempo de la muerte como algo contagioso.
Lo entienden todo de manera literal. Por ello es muy importante utilizar un lenguaje concreto, claro y real, explicando el concepto de universalidad e irreversibilidad.
Seis a diez años:
Conocen el concepto de muerte, pero no es hasta el final del periodo cuando se dan cuenta de que es un hecho universal y que les va a suceder a ellos también.
Orientaciones generales sobre como abordar la muerte con los más pequeños:
1. Explicarles lo sucedido lo antes posible.
El demorar la noticia a los niños no conlleva una disminución del dolor. No debemos de olvidar que los niños observan su entorno, se dan cuenta de lo que sucede a su alrededor, del dolor y el sufrimiento de los demás. Intentar ocultar la pérdida favorece a que elaboren una teoría propia muy distante de la realidad, y no por ello menos dolorosa, lo que puede derivar en un proceso más complicado de abordar en el futuro.
2. Contarles la verdad de lo ocurrido adaptándonos a su edad.
Debemos de adaptarnos a la capacidad emocional y cognitiva del niño en términos realistas. Si en la familia se practica alguna confesión religiosa, los mensajes pueden ir acompañados de las creencias espirituales, pero sin olvidar ofrecer una explicación más física de la muerte para que no les cree confusión, como la idea de “se ha ido al cielo”, ya que los niños pueden elaborar fantasías sobre cómo ir a verlos. Decirles la verdad de lo sucedido hará que no fantaseen y den rienda suelta a su imaginación.
Ello conlleva explicarles algún concepto básico: la irreversibilidad (no van a volver a ver al ser querido), tras la muerte el cuerpo no funciona, ni siente y una explicación para evitar sentimientos de culpa.
3. Mantener sus hábitos
les hará sentirse seguros ya que pueden predecir lo que va a suceder en todo momento.
4. Ofrecer un entorno sin tabúes donde puedan expresarse libremente.
Hay que dejarlos que expresen sus sentimientos, preocupaciones, emociones teniendo en cuenta sus características especiales. Los niños no pueden mantener durante mucho tiempo un estado de ánimo negativo, pudiendo observar fluctuaciones a lo largo del proceso de duelo, es decir, momentos en que están jugando, distraídos y disfrutando. Esto no significa que no sientan pena, no estén pasando un momento de duelo o haya olvidado a su familiar.
5. Abordar sus preocupaciones, respondiendo a sus preguntas.
No son aconsejables las expresiones “no llores”, “no te preocupes”. Al igual que debemos dejarlos que expresen sus emociones, los adultos no debemos de ocultar las nuestras (no llegando a la perdida de control)
En cualquier caso, para cualquier duda no dudéis en contactar con un profesional que os pueda guiar para afrontar de manera más eficaz el proceso del duelo.
Fuente: www.actualidadenpsicologia.com