Para ofrecer la mejor experiencia, utilizamos tecnologías como las cookies para almacenar y/o acceder a la información del dispositivo. El consentimiento de estas tecnologías nos permitirá procesar datos como el comportamiento de navegación o las identificaciones únicas en este sitio.
Denegar o retirar el consentimiento puede afectar negativamente a ciertas características y funciones.
El almacenamiento o acceso técnico es estrictamente necesario para el propósito legítimo de permitir el uso de un servicio específico explícitamente solicitado por el abonado o usuario, o con el único propósito de llevar a cabo la transmisión de una comunicación a través de una red de comunicaciones electrónicas.
El almacenamiento o acceso técnico es necesario para la finalidad legítima de almacenar preferencias no solicitadas por el abonado o usuario.
El almacenamiento o acceso técnico que es utilizado exclusivamente con fines estadísticos.
El almacenamiento o acceso técnico que se utiliza exclusivamente con fines estadísticos anónimos. Sin un requerimiento, el cumplimiento voluntario por parte de tu proveedor de servicios de Internet, o los registros adicionales de un tercero, la información almacenada o recuperada sólo para este propósito no se puede utilizar para identificarte.
El almacenamiento o acceso técnico es necesario para crear perfiles de usuario para enviar publicidad, o para rastrear al usuario en una web o en varias web con fines de marketing similares.
Otra posible, y también probablemente defectuosa, definición de normal es aquella que la define diciendo que se trata de “la actividad mental por medio de la cual el conocimiento, la habilidad, los hábitos, las actitudes e ideales son adquiridos, retenidos y utilizados, originando progresiva adaptación y modificación de la conducta. Es un término que se le da a una persona que supuestamente no cuenta con ninguna discapacidad”. En este ejemplo, normal es el que no es discapacitado. Sin embargo, todos, en mayor o menor grado, contamos con algún hándicap, aunque no sea una discapacidad en un sentido estricto. Yo no se pintar como Velázquez, quizá no tengo buen oído musical, tal vez soy torpe en el deporte y cocinar unos huevos fritos son una odisea culinaria. Estos hándicaps no me convierten en un discapacitado, al menos en mi entorno social actual. De algún modo, no me apartan de la normalidad. Es bien sabido que no existe la perfección en el terreno de lo humano. La cuestión es cuanta “imperfección” hace falta y en qué sentido para considerar la anormalidad como anormalidad patológica.
Por eso los profesionales de la salud debemos ser cautos y prudentes teniendo en cuenta que: Quien porte diagnóstico de anormal deberá enfrentar el duro camino del retorno a lo normal, convirtiéndose en objeto de intervención de los profesionales que deben hacerse cargo de la anormalidad. El sujeto ya no es tal, se ha convertido en un objeto. Perderá su nombre. Pasará a ser llamado por su déficit y podrá ser mirado, medido, evaluado, etiquetado, corregido y vuelto a corregir, medicado, internado, escondido, expulsado, “integrado”, controlado. Prácticas que esconden su sentido de protección de los normales frente al peligro de la anormalidad.