Los episodios psicóticos, caracterizados por cambios en el comportamiento extremos, suelen exteriorizarse a edad temprana, en la juventud y, sobre todo, cuando se está atravesado una situación vital límite que supera los recursos emocionales y las herramientas cognitivas de las personas que los sufren, entrando en una crisis de angustia insoportable que muchas veces les aleja de la realidad. Uno de los síntomas más reconocibles de estos brotes psicóticos son las alucinaciones: hablar, ver, saborear, interrelacionarse con cosas que no existen. Pero, ¿cómo es convivir con un joven que padece este trastorno?
En España se detectan unos 4.500 casos nuevos al año, en su mayoría jóvenes. «Aunque más del 10% de la población escuchará alguna voz en su vida cuando no habla nadie», explica la experta. Los primeros episodios psicóticos suelen aparecer en la franja de edad entre los 14 y los 30 años, pero podría darse a cualquier edad.
“Las personas que sufren episodios psicóticos son personas que pueden mantener fuertes creencias que a los demás les pueden resultar extrañas. Por ejemplo, la creencia de que están siendo controlados sus pensamientos o que existe una conspiración contra ellos. Estas creencias han sido referidas como delirios”, añade Parrabera. Estas experiencias suelen coexistir junto a otras no tan llamativas, como son la falta de energía o el exceso, la depresión, la angustia y la ansiedad, el aislamiento, dejando de ver a los amigos y a la familia, y la falta de rendimiento escolar o laboral. “Todo ello podría anunciar una primera crisis psicótica”, añade Parrabera.
Según la experta, algunas personas experimentan estos episodios en una ocasión y otras de vez en cuando, en períodos de mucha angustia. En la mayor parte de los casos, el sufrimiento es tan grande que los propios jóvenes o las personas más cercanas buscan ayuda profesional. Parrabera nos pone en situación.
PREGUNTA: La primera pregunta es casi obligada: ¿cómo se detecta un episodio psicótico?
RESPUESTA: Obviamente es fundamental una detección temprana y un tratamiento adecuado para que lo que comienza siendo una crisis no se convierta con el tiempo en un trastorno mental grave. Como la mayoría de los primeros episodios se dan en la adolescencia o la primera juventud, son las personas que conviven con ellos los que pueden darse cuenta, principalmente la familia, los amigos, la pareja y los profesores. Estos se pueden percatar del estado de angustia, del aislamiento, de los cambios de hábitos… Pedir ayuda suele coincidir con la percepción de que el joven vive en una desconfianza extrema, dice cosas extrañas, habla solo o parece estar hablando con voces que ellos no escuchan o con presencias que ellos no perciben.
P: ¿Una vez detectado el episodio, cuál suele ser la primera reacción de los padres?
R: Se asustan. Una experiencia de este tipo no aparece sin más, suele tener un recorrido anterior en el que los padres o allegados se dan cuenta del cambio en su hijo. Antes de llegar a los delirios y las alucinaciones evidentes, es posible que se hayan dado cuenta de cómo se ha ido aislando o de cómo ha dejado de asistir a clase (…) está triste o perplejo, no duerme o lo hace de día. mientras vive de noche encerrado en la habitación. Hasta aquí se podría parecer a una adolescencia especialmente difícil, pero cuando aparecen los delirios o las alucinaciones es cuando se dan cuenta de que la situación es grave.
P: ¿Está prepara la Red de Salud Mental para actuar con rapidez?
R: No. En España sería necesario que la Red de Salud Mental desarrollara estrategias de sensibilización entre la población y diera una formación básica a médicos de atención primaria, profesorado y técnicos de servicios sociales para saber distinguir las señales que indican que una crisis de este tipo está sucediendo.
Actualmente, la atención temprana a los primeros episodios psicóticos, que incluye el desarrollo de la sensibilización y la divulgación de este conocimiento básico entre adultos y jóvenes para detectar los casos de crisis no tiene apenas recorrido, aunque existen algunos servicios especializados, como la Unidad de Atención Temprana que Fundación Manantial puso en marcha en Alcalá de Henares en el año 2014, en colaboración con el Servicio Madrileño de Salud.
Es objetivo de estas unidades demostrar la necesidad de atender a las personas que atraviesan estas primeras experiencias psicóticas y a sus familias, con el fin de desviar el camino que conduce a un trastorno mental grave de larga evolución, con las consecuencias discapacitantes que pueda conllevar en la vida de quienes los padecen y a su entorno.
P: ¿A pesar de los pocos recursos, cuáles son lo que existen para estas personas?
R: En nuestro país, hay algunas experiencias puntuales de programas de atención temprana, algunas de ellas con un recorrido más prolongado, como es el caso de comunidades como Cantabria o Andalucía. Pero servicios especializados solo los hay concertados en Cataluña, y desde hace poco en la Comunidad Valenciana y Navarra. En la Comunidad de Madrid existen algunos programas puntuales en algunos hospitales, como el Gregorio Marañón.
Hay que entender que cuando se trata de una experiencia psicótica, la situación de crisis es compartida por todas las personas que conviven juntas
Pero en España los profesionales de salud mental no disponen del tiempo necesario para acompañar el sufrimiento particular de estas personas y sus familias, ni de herramientas terapéuticas más allá del tratamiento psicofarmacológico y los ingresos psiquiátricos cuando la situación es muy grave. Y estos recursos no son los ideales para una persona que por primera vez se encuentra en una situación de crisis que le genera tanto miedo, desconfianza, confusión y vergüenza. Generalmente, esta forma de tratar las primeras experiencias psicóticas resulta traumática y, como consecuencia, genera rechazo hacia los profesionales que deberían estar cerca para ofrecer su ayuda en los momentos críticos.
P: ¿Una vez el joven consigue entrar en una de estas unidades o acude a un especialista privado, cómo sería el tratamiento?
R: Hay diversas formas de ofrecer tratamiento dentro del marco de la Atención Temprana a los primeros episodios psicóticos. Tradicionalmente en Occidente se atiende en primera instancia a través del uso de psicofármacos y si la experiencia psicótica persiste o se repite con actividades terapéuticas de tipo psicosocial. Nosotros preferimos inspirarnos en el marco de Diálogo Abierto proveniente de Finlandia, en el que se da prioridad a la terapia psicosocial en la que participan las familias, tratando de emplear la medicación en las menores dosis posibles. Además, lo más importante es que la persona pueda pensar porque le vas a ayudar a salir de la crisis y va a poder retomar su proyecto de vida.
P: ¿Entonces el tratamiento también incluye a la familia, cuál sería su trabajo en este proceso terapéutico?
R: Hay que entender que cuando se trata de una experiencia psicótica la situación de crisis es compartida por todas las personas que conviven juntas. Su participación nos puede ayudar a comprender las circunstancias que han precipitado la crisis, además de que la red de apoyo es fundamental para que la persona se sienta entendida, pueda pensar en lo que necesita en esos momentos y le apoyen con su intervención en los periodos críticos.
P: ¿Estos jóvenes se llegan a recuperar?
R: Querría dejar claro que la recuperación total es posible, que muchos de los jóvenes que se enfrentan a estas experiencias salen reforzados y más maduros sin que se vuelvan a repetir estos episodios. Si la atención temprana no se recibe desde el principio, sabemos por los estudios y por experiencia propia que las repeticiones continuadas de las crisis desembocan en un diagnóstico de trastorno mental grave difícil de revertir.
Además, convivir de forma continuada en esta situación de crisis deriva en otros problemas de salud mental, tales como el riesgo de suicidio, depresión, ansiedad y consumo de tóxicos que afectan tanto a las personas que viven la experiencia psicótica como a sus familiares.
Los cinco primeros años conforman una etapa fundamental para la recuperación. Sabemos que aseguran un futuro mejor si el tratamiento es el adecuado, aunque, reitero, el sistema de salud mental habitual en España no cuenta con recursos para ello. Y obliga a las familias a acudir a centros privados y concertados. Eso sí, como nosotros, están preparados para atenderlos.