La terapia EMDR es reconocida internacionalmente por su eficacia en el tratamiento de personas que han sido expuestas a eventos traumáticos a lo largo de su ciclo vital, el abuso sexual es uno de ellos.
EMDR es un abordaje psicoterapéutico que pone énfasis en el procesamiento adaptativo de la información, es decir, como se asimilan y acomodan las distintas vivencias o experiencias que tenemos a lo largo de nuestra vida. En condiciones naturales nuestro cerebro percibe las experiencias y las integra de manera adaptativa a redes neuronales ya existentes proporcionando la información necesaria para la adaptación al medio de manera adecuada. Estas redes neuronales son la base de nuestro comportamiento, es decir, la manera en como pensamos, que emociones tenemos y que conducta adoptamos frente a diversas situaciones, sin embargo, cuando somos expuestos a situaciones o eventos traumáticos, nuestro sistema de procesamiento de la información se ve sobrepasado por la intensidad de la experiencia vivida y la integración de dichos eventos se realiza de manera disfuncional quedando almacenados en forma aislada de las redes neuronales que entregan la información necesaria para la adaptación. La memoria traumática, almacenada de forma aislada, es incompleta, incoherente, enfocada hacia los detalles que emocionalmente son perturbadores y amenazantes para la persona, por esta razón el individuo no puede verbalizar lo sucedido, ya que revive el trauma tal y como lo enfrentó hace 3 meses o 40 años, el tiempo aquí no importa, la memoria es nítida, contiene viveza perceptiva, incluso somática, lo que la hace perturbadora en el aquí y ahora para el sujeto.
Sabemos que el abuso sexual, independientemente cuando fue cometido, tiene a corto y largo plazo consecuencias a nivel racional, emocional y conductual. Dentro de los síntomas más frecuentes nos encontramos con el trastorno de estrés postraumático, factores psicológicos que afectan el estado físico, alteraciones del sueño como disomnias o parasomnias, sintomatología inespecífica de ansiedad, miedos específicos como ir a dormir u oscuridad, hiperactividad o conductas autolíticas, sentimientos de culpa, miedos sexuales, etc. En este ámbito son muchas las circunstancias ambientales que actúan como disparadores y pudiesen activar la memoria traumática del abuso; por ejemplo: una persona víctima de abuso puede reactivar las sensaciones físicas o emociones al ser acariciada produciendo el rechazo inmediato, ver películas relacionadas con el tema o escuchar historias asociadas provocando respuestas automáticas reflejas en la persona y desregulándola emocionalmente , síntomas como insomnio, dormir con la luz encendida, sueños recurrentes o pesadillas, rechazo a los hombres (o género asociado al abuso) entre otros. Es importante reforzar que en el caso de abuso sexual, la memoria del trauma se almacena de forma somato sensorial por lo que la víctima o sobreviviente de abuso es muy proclive a sensaciones corporales diversas, asociadas al abuso, las cuales aumentan los pensamientos irracionales, disminuyen el sentido de autodominio “me estoy volviendo loco” afectando su autoconcepto e interfiriendo incluso en sus habilidades relacionales.
EMDR no borra el evento traumático, sino, lo despoja de las emocionas negativas e intensas que hacen que la experiencia contenga una vividez perturbadora para la persona, disminuye a cero la viveza perceptiva transformándola en un mal recuerdo sin la intensidad emocional que desborda al sujeto. El protocolo no solo consta del procesamiento de eventos pasados, sino, también de situaciones presentes y eventos futuros lo que ayuda como guía aumentando las expectativas de autoeficacia a futuro y autoimagen de la persona.
El abuso puede ser parte de su pasado y EMDR es su camino…