La profesora de la Universidad de Málaga lleva 33 años dando clase a alumnos de los que dice, «siguen teniendo los mismos intereses que hace años». Ahora, además, combina su tarea como docente con la de codirectora de una edición de siete libros donde muestra el camino de la educación a padres y educadores
Aurora Gavino ha coordinado ya siete ejemplares dentro de la colección Psicocuentos de Ediciones Pirámide. En los libros, destinados a padres, educadores y pequeños aparece una guía y un cuento complementario. La última de las historias, Manchas, el perrito despistado acompaña al libro sobre desobediencia y está escrito por la propia psicóloga. El ejemplar que fue publicado el pasado mes de noviembre puede encontrarse en cualquier librería al igual que el resto de la colección donde se abordan los celos entre hermanos o el hecho de no querer comer, entre otros problemas.
Después de 33 años ejerciendo como profesora de psicología en la UMA, ¿qué principales diferencias ve entre los jóvenes de hoy en día y con los que se encontró el primer día que impartió clase?
Considero que los estudiantes siguen siendo los mismos, en el sentido del deseo de conocer y aprender y también en el hecho de tener ilusiones. Sin embargo, es cierto que en los primeros años había menos alumnos, los conocías a todos, estabas más cerca de ellos… También han cambiado los medios, por ejemplo, ahora los alumnos toman apuntes a través del ordenador y disponemos de un Campus Virtual. No han cambiado tanto los alumnos como el sistema, ahora son cuatro años y creo que hay una diferencia importante entre acabar un año antes o a los cinco años, los alumnos son más maduros y están más asentados. No creo que sea cierto que los alumnos han cambiado tanto aunque es cierto que cuando nos hacemos mayores, idealizamos épocas pasadas.
La colección Psicocuentos de Ediciones Pirámide tiene siete ejemplares en el mercado, ¿cuál era el objetivo inicial cuando comenzaron a publicarse los libros?
El planteamiento inicial era unir una herramienta que son los cuentos, que están muy unidos a los niños y que se caracterizan por su ilusión y fantasía y los problemas evolutivos de los pequeños que los padres viven con angustia pero que deberían vivirse de forma más relajada ya que el hecho de que los niños tengan pesadillas o decidan comer determinados productos es completamente normal. Por tanto, lo que la colección pretende es decirles a los padres: «Tranquilos, esto les pasa a todos y esto es lo que hay que hacer». Próximamente sacaremos un libro sobre adopciones donde la idea será la misma: normalizar los problemas y no psicopatologizarlos.
¿Cuáles son las claves para atajar la desobediencia en los más pequeños y hasta qué edad se pueden aplicar?
El libro va dirigido a pequeños de entre tres y seis años y la clave es que si queremos que el niño o la niña aprenda una conducta y se aprenda bien hay que hacer que las consecuencias de esa conducta sean reforzadas constantemente. Si los padres quieren que la desobediencia desaparezca hay que ser constante. Con los niños la constancia es clave, hay que mantenerse aunque sé que es duro. La educación es una carrera de fondo y todos los días hay que trabajar. En este sentido, también es importante escoger a reforzadores variados, dar el refuerzo entre varios, cumplir lo que se promete o emplear el esfuerzo social. Los padres tienen que colaborar e ir al unísono el maestro o la maestra pero, a veces, la desobediencia no se da en clase y sí en casa o viceversa. La coordinación entre profesores y padres es fundamental. Si el niño ve que hay opiniones contrarias enseguida utiliza ese punto débil.
Tal y como usted decía, la educación de los hijos debe empezarse desde bien pequeños. En este sentido, ¿Qué papel juega el diálogo entre padres e hijos?
El diálogo es importante en todos los casos. La autoridad somos los padres y hay ocasiones en la que no podemos explicar el porqué de una decisión o la razón por la que el pequeño debe hacer algo. En estos casos, lo más importante es no perder de vista que el niño o niña no es nuestro amigo. Hay muchas cosas que ellos no comprenden y que nosotros por ser adultos sí sabemos cómo funcionan.
Según el libro, la desobediencia es algo normal, forma parte del ser humano y, en ocasiones, se achaca al deseo de individualismo pero, ¿qué ocurre si esta conducta se mantiene en el tiempo?
Cuando el niño se pone en un plan en el que ya no se puede hacer nada, hay que acudir a un especialista. En el día a día de los pequeños siempre está el hecho de que la relación con los padres, hoy día, es otra y el sentido de autoridad es distinto. Los padres interaccionan con sus hijos y, de esta forma, diría que ha cambiado la forma de tratar a los niños. Aunque en sus comportamientos siempre podemos vernos a nosotros mismos.
En el manual se describe cómo los padres emplean técnicas o modos de educación que aprendieron de sus padres. ¿Qué opina de la violencia para atajar la desobediencia?
Yo no me atrevo a dar una regla general para educar a los niños. Es cierto que muchas veces una voz produce un efecto determinado y no es necesario dar un cachete o una palmada en el culo. También es cierto que si desde el principio, desde pequeñito, se empieza con la constancia y el refuerzo no es necesario recurrir a la violencia para atajar problemas como la desobediencia. Tenemos que empezar a mentalizarnos que la educación de nuestros hijos son 365 días al año y a todas horas y que obedecer ayuda a mejorar la relación familiar.