Detrás de un niño con dificultades en la lectura y en la escritura puede haber un menor disléxico. Un pequeño con problemas de comprensión y que se distrae con facilidad no necesariamente está desinteresado o requiera más esfuerzo para incorporar sus conocimientos. Un joven que fracasa en la escuela puede ser el resultado de un padre y un docente que fracasaron antes, al no detectar que se trataba de un estudiante que requería otro tipo de ayuda.
Es que el niño disléxico debe poner tanto esfuerzo en las tareas de lectoescritura que tiende a fatigarse, a perder la concentración, a distraerse y a rechazar este tipo de actividades. De ahí que tanto padres como educadores califiquen esta conducta como desinterés y presionen al menor para lograr un mayor esfuerzo de su parte, ignorando al realizar estas tareas que ellos pueden sentirse como si cualquier persona se viera inmersa en una clase de escritura china.
«La dislexia es una deficiencia de la lectura, la escritura y el aprendizaje. Su causa es una alteración de las zonas cerebrales del lenguaje. Afecta a un 5% de los niños de 7 a 9 años, sobre todo varones. Se le atribuye una base genética y no está relacionada con la inteligencia. Sus manifestaciones son muy variadas, dependiendo de la edad del niño y de la intensidad del trastorno. Se pueden observar déficits en las funciones relacionadas con la memoria, el vocabulario, las áreas motrices y el habla», explicó la psicopedagoga María Trinidad Iglesias Musach, autora de Temas de Psicopedagogía Infantil.
La especialista destacó que «en la etapa preescolar ya se pueden detectar alteraciones significativas en el lenguaje, la motricidad, la percepción y la falta de madurez en general, por lo que, sabiendo que se ‘cura’ sólo con el paso del tiempo, se requiere de un diagnóstico temprano para poder ayudar al niño oportunamente».
Por ello, los educadores no deben dudar en consultar ante las primeras sospechas de dislexia.
Y tras remarcar que «para entender qué ocurre en el cerebro de un niño con dislexia, conviene explicar de manera sencilla cómo funciona éste y cómo se lleva a cabo el proceso de la lectura», la especialista detalló que «el cerebro humano está formado por dos hemisferios, derecho e izquierdo, que se comunican entre sí y cada uno está especializado en ciertas funciones».
«El izquierdo se especializa en los procesos de lenguaje, mientras que el derecho en la información visual y espacial -puntualizó-. Además, no trabajan exactamente del mismo modo, sino que el hemisferio izquierdo procesa la información secuencialmente, o sea, unos datos tras otros, mientras que el derecho lo hace simultáneamente, o sea, muchos datos a la vez».
Y ahondó: «Al leer, se combinan los dos tipos de estrategias en el manejo de la información por ambos hemisferios. Pero en los niños disléxicos, la disfunción o fallo en el hemisferio izquierdo afecta la velocidad de procesamiento de la información, lo que incapacita al niño para procesar cambios rápidos de estímulos o sucesiones, tanto en el área visual como auditiva».
Conocer cuál es la alteración concreta que causa la dislexia es más difícil. Los enfoques cambiaron en los últimos 30 años y actualmente, los estudios se centran en la relación existente entre el lenguaje hablado y el escrito, intentando comprender la naturaleza y la calidad del análisis fonema grafema, es decir la relación pronunciación-escritura y la automatización durante la lectura. Si bien hay distintos tipos de dislexia de acuerdo a las alteraciones presentadas, se atribuye al fallo fonológico la base patogenética de las dislexias.
Ahora, bien, ¿cuáles son los síntomas que deben alertar a padres y educadores? «La dislexia es un trastorno específico del aprendizaje, por lo tanto evolutivo y los síntomas cambian a medida que el niño crece. Así ya es posible apreciar en la etapa preescolar pequeños detalles o signos que pueden hacernos sospechar que un niño es disléxico -explicó Iglesias Musach-. Entre los 6 a 12 años los síntomas son más evidentes, o al menos, más conocidos. A partir de los 12 años se hacen muy claras las alteraciones del aprendizaje. Para que un niño sea disléxico, no es necesario que presente todos los síntomas que a continuación se detallan, aunque tampoco lo es por observarse sólo alguno de ellos».
«Si un niño no habla de manera adecuada y no es atendido para que pueda superar sus dificultades antes del inicio del aprendizaje de la lectura y escritura, será un alumno en riesgo de presentar una dificultad específica de aprendizaje: sus posibilidades de fracaso escolar serán difíciles de compensar y su compromiso emocional será una limitante en sus logros para toda la vida», explicó Isabel Galli de Pampliega, doctora en fonoaudiología.
Preescolares (niños de 3 a 5 años)
– Desarrollo lento del vocabulario y retraso en el desarrollo del habla con dificultades para articular o pronunciar palabras.
– Torpeza al correr, saltar y brincar.
– Dificultad para seguir instrucciones y aprender rutinas
– Falta de atención y aumento de la actividad e impulsividad.
– Dificultad para abotonar y abrochar o subir un cierre o cremallera.
– Retraso para memorizar los números, el abecedario, los días de la semana, los colores y las formas.
– Falta de control y manejo del lápiz y de las tijeras.
– Aparición de conductas problemáticas en sus habilidades sociales.
Escolares (niños de 6 a 11 años)
– Invierte letras, números y palabras.
– Confunde el orden de las letras dentro de las palabras.
– Dificultad para conectar letras y sonidos y para descifrar las palabras aprendidas.
– Confunde derecha e izquierda y escribe en espejo.
– No completa una serie de instrucciones verbales.
– Presenta dificultad en la pronunciación de palabras, sustituyendo o invirtiendo sílabas.
– Traspone las letras, cambia el orden e invierte números.
– Su comprensión lectora es pobre.
– No toma o agarra bien el lápiz.
– Su coordinación motora es pobre, se confunde con facilidad y es propenso a accidentes.
– Es lento para recordar información.
– Su trastorno en la coordinación motora fina le da mala letra y pobre caligrafía.
– Tiene problemas acerca del tiempo y no logra saber la hora, día, mes y año.
– No logra escribir pensamientos, ni organizarlos; su gramática y ortografía son deficitarias. – Muestra dificultad en el aprendizaje de conceptos numéricos básicos y no puede aplicarlos en cálculos o en la resolución de problemas.
De 12 años en adelante
– Tiene problemas de concentración cuando lee o escribe.
– Falla en la memoria inmediata, no recordando lo leído por su dificultad con la comprensión de la lectura, el lenguaje escrito o las destrezas matemáticas.
– Interpreta mal la información, por su falta de comprensión de conceptos abstractos y porque lee mal.
– Muestra dificultades en organizar el espacio, sus materiales de trabajo y sus pensamientos al escribir o al hablar.
– No logra planificar su tiempo ni tiene estrategias para terminar a tiempo sus tareas.
– Trabaja con lentitud y no se adapta a ambientes nuevos.
– No funcionan sus habilidades sociales y no logra hacer amigos ni entender las discusiones.
– Finalmente evita leer, escribir y las matemáticas, tendiendo a bloquearse emocionalmente.
¿Cómo puede ayudar el educador?
Iglesias Musach destacó que «ante todo, debe recordar que su actitud debe ser positiva y constructiva, ya que para tener éxito en los estudios el alumno disléxico sólo requiere una enseñanza diferente. Si bien sus necesidades particulares deberán ser atendidas por un profesional especializado en dislexia, le será muy útil la aplicación de las siguientes estrategias para aprender».
«Los propios docentes tildan de vagos a los alumnos o los consideran problemáticos y perturbadores dentro del aula. Pero la dificultad para leer, que se asocia frecuentemente con la dificultad para escribir y hablar, compromete siempre e indefectiblemente la atención: la falta de atención es consecuencia de la dislexia y no la causa de su dificultad lectora; los alumnos disléxicos se cansan más rápido porque realizar una tarea les supone cinco veces más de energía que a sus compañeros. Copiar del pizarrón, por ejemplo, es una actividad agotadora para ellos», agregó Isabel Galli de Pampliega.
– Tener bien claro lo que espera del niño, aceptando que haga preguntas durante las lecciones y asegurándose si entendió las instrucciones.
– Comprobar que el entorno sea estructurado, previsible y ordenado, ya que los niños con dificultades disléxicos responden mejor cuando se dan ciertas premisas.
– Aceptar y admitir que el alumno tardará más tiempo en aprender y que se cansará más rápidamente que los demás niños.
– Asegurarse que las instrucciones y explicaciones que se le transmitieron sean claras, de acuerdo al ritmo del niño y volviendo a repetirlas las veces que sean necesarias.
– No utilizar jamás amenazas, ni súplicas o castigos para que mejore su rendimiento escolar, pues el niño no responderá y tendrá efectos negativos sobre su autoestima, su rendimiento y su confianza en usted.
– Es altamente positivo, por el contrario, elogiar las capacidades del niño, sus fortalezas y sobre todo su esfuerzo y su coraje para enfrentar su dislexia, sin olvidar el dolor psíquico que ésta le produce.
¿Cuándo un alumno tendrá dislexia?
Todo educador perspicaz, que sabe que se trata de un síndrome muy complejo, deberá estar atento a la aparición de algunas y no todas, de las dificultades enumeradas a continuación:
1- Dificultades para discriminar visual o auditivamente.
2- Dificultades para discriminar sonidos y/o símbolos.
3- Dificultades en la lectura, la ortografía y la escritura.
4- Dificultades en la discriminación e identificación de fonemas o sílabas.
5- Dificultad en la comprensión del texto que decodificó.
6- Dificultad para escribir, aún contando con un buen nivel de lectura.
7- Déficit de memoria a corto plazo (de trabajo), frente a materiales visuales y auditivos.
8- Problemas en la secuenciación auditiva y sensorial.
9- Problemas de organización y autoadministración, en especial lo relacionado con el lenguaje escrito, los párrafos y redacciones.
10- Problemas con los símbolos y las operaciones matemáticas.
Sobre si la dislexia afecta las demás áreas del aprendizaje escolar, la especialista destacó que «sin duda que sí y de ahí la necesidad de actuar tempranamente para evitar que el trastorno invada y se extienda a todas las áreas de estudio del niño».
Sugerencias didácticas para el alumno disléxico
– Enseñanza basada en métodos multisensoriales, es decir aquellos que utilizan el tacto, el movimiento y el color como canal de aprendizaje, además de la vista y el oído.
– Adaptar el programa de estudio a las necesidades del niño.
– Establecer un equipo con el niño y sus padres, para ayudarlo y acompañarlo en su dislexia.
– No permitir que los compañeros se burlen del niño y explicarles lo que es la dislexia.
– Animarlo siempre y elogiarlo por sus talentos y aptitudes, evitar ponerlo en situaciones en las que fracasará.
– Favorecer el aprendizaje utilizando métodos basados en las facultades auditivas, visuales, táctiles y del movimiento, cuando su nivel académico corresponda al inicio escolar.
– A medida que el niño aprenda palabras, se hace necesario el conocimiento de un código que relacione las combinaciones de las letras con los sonidos de las mismas. De esta forma el alumno logrará establecer una correspondencia entre grafemas y fonemas (pequeñas unidades sonoras en que descomponemos las palabras).
– Por la vía ortográfica y la identificación de las palabras, recurrirá el niño a las secuencias con significado (morfemas) que tiene almacenadas en su cerebro.
– Reforzar la memoria a corto plazo y a largo plazo, favoreciendo así el almacenamiento de la información y el acceso a la misma.
– Utilizar la técnica de «sobreaprendizaje» o la repetición intensiva para reforzar la nueva información que recibe el niño.
– No olvidar darle copia de apuntes de lecciones y lista de lecturas obligatorias.
– Recordar minimizar los deberes sobre todo de lectura y escritura por el sobreesfuerzo que le representa al niño.
– Evitarle leer delante del grupo y valorarlo por sus esfuerzos, puesto que no es posible la comparación con los demás niños.
– Favorecer la utilización de ordenadores para escribir los textos y utilizar procesadores, correctores ortográficos y otras tecnologías disponibles.
– Durante los exámenes brindarle al alumno disléxico tiempo suplementario y períodos de descanso, permitiendo el uso de ordenadores portátiles o pizarras digitales si los hubiere.