Conocer más nuestro cerebro para ser mejores
Tenemos tres cerebros en uno: el instintivo, el racional y el emocional que se complementan para equilibrar nuestra conducta. Si conociéramos mejor el funcionamiento de este órgano podríamos ser mejores. ¿Sabemos, por ejemplo, cómo controlar nuestras emociones o si estamos predispuestos a la violencia?
El especialista en neurociencia Ignacio Morgado intenta responder a estas y otras preguntas en su libro “La fábrica de las ilusiones” (Editorial Ariel) con el fin de acercarnos al complejo funcionamiento del cerebro: “Antes que nada somos nuestro cerebro y la mente que ese cerebro crea”, afirma en una entrevista con EFEsalud.
El catedrático de Psicobiología en el Instituto de Neurociencia de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) explica que en el cerebro está todo, desde la consciencia hasta la personalidad, las emociones o la inteligencia. “Y lo más impresionante del cerebro, y que la ciencia no conoce cómo se produce, es el cambio de la materia a la imaginación”, indica.
“Podemos llegar a saber toda la química que produce el amor, qué hace cada parte del cerebro…Pero… ¿Cómo lo hacen? ¿Cómo es posible que esas sustancias nos hagan sentir amor?”, se pregunta.
El amor
El científico explica en su libro que el cerebro de los enamorados pasionales produce sustancias estimulantes como la feniletilamina o dopamina. Sin embargo, tienen disminuido el efecto de la serotonina, una sustancia que fabrican las neuronas y que estabiliza el estado de ánimo, y desactivada la corteza prefrontal, zona implicada en el razonamiento y la lógica. De ahí que el amor sea ciego.
Emociones y sentimientos
Pero el amor…¿Es un sentimiento o una emoción?
Según el experto, “en ciencia se denomina emoción a lo que ocurre inconscientemente en el cuerpo, mientras que sentimiento es lo que ocurre conscientemente en la mente”.
Por eso, cuando nos emocionamos hay una respuesta corporal involuntaria: el corazón late deprisa, segregamos adrenalina, temblamos…y eso lo genera un sentimiento consciente: el miedo, la tristeza, la alegría.. “El verdadero sentimiento es el que revoluciona tu cuerpo por dentro, el que remueve”, apunta Morgado.
Cómo controlar las emociones
Y esta revolución de emociones y sentimientos influyen en nuestra conducta que también está condicionada por la razón. “Nuestra evolución ha derivado en la inteligencia, el razonamiento…pero también conservamos los instintos más primarios (la supervivencia, el sexo, buscar comida…)”, señala el investigador.
Por eso tenemos tres cerebros en uno: instintivo, emocional y racional que se acoplan. Pero mientras que los dos primeros son reflejos y rápidos, el racional necesita tiempo para imponerse.
“Muchas veces es la emoción la que gana y la razón llega tarde y te das cuenta de que ha sido desproporcionada tu respuesta emocional. Pero no tenemos que castigarnos, estamos hechos de esa pasta. Aunque no podamos controlar nuestro sentimiento interior, sí podemos controlar cómo lo expresamos. La madurez y la educación emocional tienen que ayudarnos a darle tiempo a la razón”, afirma.
Predisposición a la violencia
La violencia es una respuesta emocional heredada de nuestros antepasados que la utilizaban para defenderse, para conseguir comida, para marcar territorio. Y la hemos heredado porque la evolución es conservadora.
“Pero en los humanos aparece una agresividad que se ve poco en los animales. Es la agresividad gratuita y eso es lo que llamamos violencia, hacer daño por hacer, no para conseguir nada”, indica el neurocientífico.
“Tenemos impulsos biológicos – insiste- que nos incitan a la agresividad cuando necesitamos algo, pero la ventaja del cerebro humano respecto a otros animales es que tiene muy desarrollada la corteza cerebral, la de la razón, y continuamente podemos dominar nuestros impulsos violentos con educación, por eso es tan importante la educación para prevenir la violencia”.
¿Cómo mantener a punto el cerebro?
El cerebro es todo y por tanto cuidarlo es poco. Pero no podemos evitar que el paso del tiempo desgaste las neuronas y eso se nota especialmente en la memoria, el almacén de nuestras vivencias y conocimientos.
“Podemos evitar que ese deterioro se produzca con rapidez y potencia con un determinado tipo de vida”, señala el investigador quien ofrece estas pautas:
- Actividad física: Las sustancias químicas que libera el cerebro al hacer ejercicio físico actúan como una especie de lubricante que permite que las neuronas se conecten bien entre ellas para formar la memoria, además de permitir que la sangre llegue mejor a todas parte del cerebro y eso hace que crezcan nuevas neuronas cada día.
- El sueño: Dormir es mucho más que descansar, es permitir que el cerebro haga cosas que no puede hacer conscientemente como reorganizar información o potenciar lo que hemos aprendido.
- La alimentación: Hay sustancias grasas que dificultan la sensibilidad de las moléculas químicas que forman las memorias. Esas grasas trans o saturadas que cuando se convierten en sólido (margarinas, bollería industrial…) dificultan también la actividad de las moléculas químicas que sirven para formar la memoria.
La tecnología, ¿nos puede hacer perder capacidad mental?
Ignacio Morgado explica que el cerebro del hombre ha ido perdiendo peso (ahora ronda los 1.500 gramos) conforme ha acomodado su forma de vida, desde que ya no tiene que esforzarse para conseguir comida o para protegerse. Entonces, la tecnología que hoy tanto nos facilita la vida, ¿puede mermar nuestra capacidad mental?
“Puede disminuir el tamaño del cerebro en el futuro pero probablemente no disminuirá globalmente, unas partes disminuirán más que otras y puede que algunas partes que hoy son más pequeñas se hagan más grandes”, considera el especialista.
“Para mi, una de las revoluciones más importantes en la evolución biológica ha sido el hecho de que cada vez más el futuro del hombre dependa de él mismo y de su propio comportamiento, de cómo cuidemos nuestro cuerpo, nuestro entorno, nuestro planeta, mientras que nuestros antecesores dependían del ambiente, no de ellos mismos”, concluye.
El cerebro nos hace ser conscientes de quiénes somos, pero también es una gran fábrica de ilusiones ya que muchas de las cosas que sentimos y percibimos no son como parecen o ni tan siquiera existen como imaginamos.