En los últimos tiempos el estrés ha sido la palabra más usada para explicar todos los estados de malestar que nos aquejan: “Estoy contracturada, es por el estrés”, “Trabajo mucho, estoy estresado”, “Todos mis dolores de cabeza son por estrés”, “Estoy irritable, el estrés me pone así”.
Incluso muchos profesionales de la salud utilizan esa palabra como comodín para darle sentido a lo que nos pasa. Pero realmente, ¿sabemos qué es el estrés? ¿Trabajar mucho, es sinónimo de estrés? ¿Es por estrés que nos enfermamos? ¿Realmente toda emoción negativa, malestar o afección se puede explicar por el estrés?
El estrés no siempre es negativo, ya que nos permite poner en marcha nuestros recursos de forma eficaz para responder a las exigencias del ambiente, adaptarnos al medio y lograr nuestras metas.
Definamos primero qué es el estrés: El estrés es un estado de tensión que aparece cuando interpretamos que no podemos superar exitosamente algunas demandas. De esta forma, enfrentarnos a situaciones que parecen complejas, como por ejemplo trabajar muchas horas del día o mudarse, no serían factores determinantes para estresarnos a menos que pensemos que no tenemos recursos suficientes para afrontar dichas situaciones. Es decir, el estrés depende tanto de las demandas del medio (evaluadas como amenazantes o excesivas) como de los propios recursos para enfrentarnos a él (evaluados como escasos o insuficientes).
El estrés no siempre es negativo, ya que nos permite poner en marcha nuestros recursos de forma eficaz para responder a las exigencias del ambiente, adaptarnos al medio y lograr nuestras metas. Es decir, nos permite buscar soluciones y conductas adecuadas para hacer frente a las demandas de la situación, preparar al organismo para actuar de forma más rápida y vigorosa. Si esto ocurre ocasionalmente no habrá problemas, pues el organismo tiene capacidad para recuperarse, incluso frente a los fracasos. No obstante, cuando percibimos amenazas y demandas constantes y sentimos en forma sostenida que no poseemos los recursos para afrontar esa situación, es ahí cuando el estrés se vuelve perjudicial.
Ahora bien, ¿podemos morir por un pico de estrés? Existe suficiente evidencia de que el estrés crónico es perjudicial para la salud, afectando al sistema inmunológico, influyendo en el desarrollo de problemas cardiovasculares, gastrointestinales, dermatológicos, etc. Pero no es posible morir súbitamente por estrés. Por ejemplo, no se puede tener un ACV o un infarto si no hay factores que predispongan a dichas patologías, como la falta de ejercicio, sedentarismo, mala alimentación, hipercolesterolemia, tabaquismo, etc.
Es decir, el estrés depende de múltiples factores que intervienen en su desarrollo y mantenimiento. Por lo que debe entenderse como un factor más que interactúa con otros en la aparición de enfermedades, por ello su tratamiento necesita ser obligatoriamente multicomponente, ya que debe abordar cada uno de dichos factores. En Argentina, un ejemplo de intervención de estas características es el Taller Integral de Manejo del Estrés, desarrollado en el Instituto de Terapia Cognitiva Conductual, donde se brindan múltiples estrategias para aprender a detectar precozmente signos de estrés negativo y para contrarrestar sus posibles efectos perjudiciales.
Por otro lado, además del impacto que puede tener en nuestra salud física y emocional, el estrés genera un alejamiento de nuestros objetivos vitales. Afecta el tiempo y calidad que damos a los encuentros con nuestros seres queridos, disminuye el placer que podemos obtener en nuestra profesión, nos hace postergar actividades que nos interesan (“cuando esté menos estresado retomo fútbol”, “cuando esté más tranquila empiezo italiano”). Las molestias físicas como sentir dolores recurrentes en el cuello, o permanente cansancio corporal, pueden parecernos síntomas “evidentes” del estrés. Sin embargo, también existen otras señales como el tiempo que podemos pasar sin ver a nuestros amigos, sin preguntarle a nuestra pareja cómo le fue en su día, o sin jugar con nuestros hijos. Si el estrés está afectando también esta parte de la vida puede ser un buen momento para consultar e iniciar tratamiento. Porque lo más importante es vivir una vida plena en donde podamos conectarnos con nuestros objetivos vitales, con lo que queremos hacer y, sobre todo, con quien queremos ser.
* El Dr. Rodríguez Biglieri es Licenciado en Psicología y Doctor en Salud Mental de la UBA. Además, es Director del Instituto de Terapia Cognitiva Conductual. Autor del libro “Manual de terapia cognitiva conductual de los trastornos de ansiedad”.
http://www.clarin.com/buena-vida/psico/Estres-mitos-realidades-formas-abordarlo_0_1321668173.html