De repente una idea terrible acecha tu mente, algo perturbador que te preocupa y que no puedes dejar ir. No te preocupes, es normal, y aquí te lo explicamos
El hermano del famoso escritor ruso Fiódor Dostoyevski le puso a prueba: «Quédate en el rincón hasta que dejes de pensar en un oso blanco», y lo intentó, durante toda la noche, pero no fue capaz de dejar de pensar en osos polares. Se trata de una popular anécdota sobre el escritor que incluso apareció en un anuncio de coches (aunque cambiando a Dostoyevski por Tolstoi), y que además dice mucho sobre los pensamientos obsesivos e intrusivos.
A todo el mundo le sucede más de una vez en su vida. De repente un pensamiento terrible acecha su mente, algo perturbador que le preocupa y que, por mucho que se diga que no debe pensarlo, más lo hará. A raíz de la anécdota de Dostoyevski, que en realidad es una cita que aparece en su libro ‘Notas de invierno sobre impresiones de verano’, el psicólogo social Daniel Wegner decidió llevar a cabo un experimento con sus alumnos en la Universidad de Harvard en los años 80. Lo llamó mecanismo de control mental irónico bimodal. A un grupo de personas se les dijo que pensaran en lo que quisieran de forma consciente durante cinco minutos, pero no podían bajo ninguna circunstancia pensar en un oso polar y, cada vez que lo hicieran, debían tocar una campana. Los estudiantes hicieron sonar la campana en intervalos de menos de un minuto.
Adoro a mi hijo, sin embargo, cuando era pequeño no podía parar de imaginarme que lo tiraba por las escaleras…
La psicóloga Hannah Reese cuenta su aterradora anécdota en ‘Psychology Today’: «Adoro a mi hijo, sin embargo, cuando era pequeño no podía pararme al borde de las escaleras sin imaginar que lo tiraba y veía su cuerpecito retorciéndose de dolor. ¿Imagen aterradora? Sí. ¿Normal? También«. No solo nos afectan los osos polares, también pueden atormentarnos imágenes de empujar a alguien esperando el metro, patear a un perro, gritar en una iglesia, saltar de un coche en marcha o apuñalar a un ser querido. «Mientras sean solo imágenes no hay de qué preocuparse», afirma la psicóloga.
«A veces los pensamientos así nos llegan precisamente porque no queremos actuar de esta manera; son simplemente la cosa más inapropiada que puede imaginar nuestra mente. Resulta que intentar no tener esos pensamientos empujándolos lejos de nuestras mentes produce el efecto contrario. Cuando alguien se preocupa demasiado por sus pensamientos intrusivos o invasivos, se esfuerza por eliminarlos y evitar que pasen, puede terminar con un tipo de Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC)», cuenta. ¿Qué hacen las personas con este TOC? Evitan realizar las actividades que podrían producir los malos pensamientos, ya sea coger un tren o cuidar a un bebé. «En situaciones en las que no pueden evitarlo, tienden a recurrir a rituales, como contar de manera repetitiva o rezar compulsivamente para evitar que pase algo malo», indica Reese.
Hay una diferencia entre pensamientos y acciones; no hay por qué perder el tiempo en intentar dejar de pensar en ello
Entonces, ¿cómo podemos luchar contra estos pensamientos? Justamente, sin magnificarlos, quitándoles la importancia que creemos que merecen. «Son normales. La próxima vez que sucedan, basta con recordar que hay una diferencia entre pensamientos y acciones; no hay por qué perder el tiempo en intentar alejar el pensamiento. Hay que dejarlo llegar e irse por donde vino. Y tampoco hay por qué tener miedo de compartirlos con alguien», apunta Reese. Está demostrado que los fumadores que piensan continuamente en no fumar no pueden dejar de hacerlo, al igual que aquellos que piensan en dormir les costará más, y en aquellas personas con estrés o depresión el fenómeno se produce más fuertemente. Piensa por tanto en el oso blanco, pues no te amargues por ello: no pasará absolutamente nada por mucho que lo hagas.
Feliz inicio de semana.
María Rosa Palmer Homar igualmente 😃