Los expertos coinciden en la importancia de evitar el exceso de información, cuidar las relaciones sociales por vía telemática y establecer rutinas.
La falta de experiencias previas y la incertidumbre hacen aflorar el miedo, «una reacción adaptativa y esperable que nos permite ponernos alerta» «La tranquilidad emocional es una medida más de defensa y prevención», dice la guía del Colegio Oficial de la Psicología de Madrid.
El coronavirus ha entrado de lleno en nuestras vidas. El Gobierno ha extremado las medidas y ha activado mecanismos drásticos para intentar frenar la expansión del contagio entre la ciudadanía. Este mismo sábado ha sido decretado el estado de alarma. La población asume, en este nuevo escenario, un mensaje de máxima alerta que afecta a sus hábitos y relaciones cotidianas. Pero también –o especialmente– a su salud mental.
Alba Pérez, profesora de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), recuerda en conversación con infoLibre que lo complejo del escenario actual es que «se están estableciendo medidas preventivas a las que no estamos acostumbrados«, lo que inevitablemente «genera una mayor sensación de alarma». Cabe recordar, en ese sentido, que «estas medidas se establecen para hacer frente al riesgo de contagio, no por la gravedad del virus en sí». Y esa prevención, reseña, es fundamental para evitar el riesgo de colapso para el sistema, «tanto para el sanitario como en otros ámbitos».
En cuanto a la respuesta social, Pérez subraya que la reacción inicial y la emoción principal es el miedo. «Cómo se modula puede ir desde el miedo como respuesta emocional básica al pánico», explica. Sin embargo, insiste en que «el miedo es una reacción adaptativa, esperable, que nos permite ponernos alerta y organizarnos», de manera que «no necesariamente implica un riesgo patológico».
¿Cuándo puede el miedo no ser adaptativo?, plantea la psicóloga y ella misma responde: cuando bloquea. La sensación de miedo aparece, completa, en un contexto novedoso y desconocido. «En una situación nueva, las personas recurren a experiencias previas, pero en este caso no existen. Esto nos genera mayor incertidumbre y no sabemos cómo actuar», añade. Por ello, aconseja, la prioridad debe ser «seguir las indicaciones de los responsables».
Anna Romeu, presidenta del área de Psicología de Emergencias del Colegio Oficial de Psicólogos de Cataluña, coincide en dos situaciones que afectan sobremanera al plano psicológico: la falta de experiencias previas y la incertidumbre. Ambas, sostiene, «despiertan el miedo» porque «lo desconocido» significa también que «no hay sensación de control, no sabemos qué hacer ni qué va a pasar». Por este motivo, el «miedo puede llevar a la ansiedad u otro tipo de reacciones».
Un mecanismo de respuesta que es a priori normal, es asumido de formas muy diversas. Hay quien «se protege del miedo ignorando y minimizando el riesgo», pero también hay quien lo expresa «intentando controlar al máximo» la situación, casi de forma obsesiva. Ambos extremos, opina Romeu, no son deseables. Y receta «calma, paciencia y responsabilidad». Aunque «sabemos que la enfermedad no es peligrosa, tenemos que proteger al grupo de personas más vulnerable y a nuestro sistema sanitario«.
Vida normal en situaciones excepcionales
«Debido a la incertidumbre de esta situación, no debemos minusvalorar la atención y los cuidados en relación con la higiene y salud mental. La tranquilidad emocional es una medida más de defensa y prevención«. Con estas palabras, el Colegio Oficial de Psicología de Madrid abre su guía de recomendaciones «para un afrontamiento psicológico eficaz ante el malestar generado por el brote de coronavirus».
María Carme Triadó, profesora de Psicología en la Universitat de Barcelona (UB) y experta en psicología del envejecimiento, explica que «ahora la gente está muy inquieta y esa inquietud genera cambios en la vida», que también «repercuten en el ámbito familiar y en los propios hogares». Lo más importante, subraya, es «escuchar a los profesionales» y desoír los rumores. Aunque coincide en que «no todo el mundo lo vive igual», la experta recomienda desligarse de las redes sociales y tomar las precauciones pertinentes.
El psiquiatra Joseba Achotegui, profesor en la misma universidad, propone tres pautas de actuación: rebajar la recepción informativa, hablar con otras personas y no tratar de controlarlo todo al detalle. «Hay que regular un poco el contacto con esta realidad», propone al otro lado del teléfono. «Estar bien informados es fundamental», pero es a su vez un ejercicio que se puede delimitar. El psiquiatra sugiere distribuir la información: prescribe tres dosis diarias como máximo. Suficiente para estar informados sin recibir mensajes de manera incesante.
La principal responsabilidad de la ciudadanía, asiente Romeu, consiste en «seguir las pautas de las autoridades y tener paciencia». Y sobre el caudal informativo, insiste en «vigilar la fuente de información y preguntarnos quién ha dicho tal cosa», especialmente respecto a todo aquello que llegue a través de vías distintas de las oficiales.
También Pérez menciona la palabra «contrastar», cuidar bien «todo lo que leemos» y sobre todo «quién lo dice». «Informarnos pero no sobreinformarnos», completa la psicóloga, quien sugiere además mantener la comunicación con los allegados. «Buscar su apoyo y comprensión, pero aprendiendo también a dejar de hablar del tema», matiza. Romau lo califica como «hacer vida normal», aunque en circunstancias excepcionales parezca una utopía. «Si podemos, trabajar desde casa. Si los niños no van a la escuela, seguir su ritmo escolar, marcar horarios. Salir a la calle a pasear sin juntarse con gente», enumera.
Para Achotegui, es fundamental hablar con otras personas. «Los seres humanos no estamos hechos para vivir aislados, todo se tiende a ver distorsionado», de manera que en estas circunstancias es importante «intentar hablar con alguien una o dos horas al día». Por otro lado, observa, «querer controlarlo todo es una manera de estresarse más», porque «no podemos hacerlo» y eso conlleva frustración. «Es importante seguir las indicaciones que ya conocemos», razona, «asumir que todos tenemos riesgos para afrontarlos con cierta serenidad y hacerlo bien».
La guía de los psicólogos madrileños se expresa en la misma línea: esquivar la sobreinformación, dice, para evitar la «sensación de riesgo y nerviosismo»; contrastar la información, especialmente en redes sociales y procurar mantener rutinas.
Aislamiento y grupos vulnerables
¿Pero qué ocurre con los supuestos más graves? Los grupos de riesgo, la población vulnerable y aquellos que deban asumir periodos de aislamiento estricto pueden tener que afrontar secuelas psicológicas importantes.
Es el caso de las personas mayores, especialmente aquellas que viven solas. «Las personas mayores que en su vida cotidiana se sienten o están solas, ahora lo percibirán así con mayor intensidad», reflexiona Triadó. Todo ello, unido a «la ansiedad que le puede producir a la persona mayor ser de riesgo». La única receta, argumenta, pasa por «ceñirse a la información oficial» y mantener rutinas.
Aquellas personas con una salud mental frágil o con patologías previas también se enfrentan a días difíciles. «Las personas con trastorno mental son muy sensibles ante realidades como esta» y especialmente ante «tensiones sociales». Para ellos tampoco es positiva «la histeria colectiva» que tiende a aflorar en estos casos.
Los psicólogos madrileños apuestan por que la población de riesgo se mantenga ocupada, «genere una rutina diaria y aproveche para hacer aquellas cosas que le gustan».
En los casos de cuarentena, el grado del impacto dependerá de factores de personalidad y de las circunstancias de cada uno, elementos que «pueden agravar o ayudar» al proceso. Así lo entiende Pérez, quien recomienda por encima de todo «seguir las indicaciones y establecer rutinas para combatir las horas» de confinamiento. Seguir socializando utilizando las herramientas de comunicación sin contacto directo, estima la psicóloga, es clave.
Porque el «aislamiento es físico, pero no tiene que ser emocional», agrega Romeu. Aquellas personas que tengan que someterse a aislamiento «deberían tomárselo con mucha calma, no asustarse, estar en contacto con sus médicos, seguir todas las pautas y después intentar distraerse todo lo posible«. La experta habla de lectura, música o películas «para pasar el rato», pero también de «mantener el contacto con las personas de su entorno y las relaciones sociales a través de las plataformas telemáticas». Sobre todo, se detiene, «recordar que es una medida temporal, de prevención y que no durará. Eso es importante».