Algunos expertos dicen que los efectos normales de la adversidad severa pueden ser mal diagnosticados como TDAH
La búsqueda de la Dra. Nicole Brown para entender a sus pequeños pacientes pediátricos que se “portaban mal” comenzó con una corazonada. Brown estaba completando su residencia en el Hospital Johns Hopkins en Baltimore, cuando se dio cuenta de que muchos de sus pacientes de bajos ingresos habían sido diagnosticados con trastorno de déficit de atención / hiperactividad (TDAH).
Estos niños vivían en hogares y barrios donde prevalecía la violencia y el estrés constante. A sus padres les parecian difíciles de manejar y los maestros los describian como desatentos y alborotadores. Brown conocía estos comportamientos como síntomas clásicos del TDAH, un trastorno caracterizado por impulsividad, hiperactividad e incapacidad para concentrarse. Cuando Brown miró de cerca, sin embargo, vio algo más: el trauma. La hiper-vigilancia y la disociación, por ejemplo, podrían confundirse con la falta de atención. Impulsividad podría ser provocada por una respuesta a una situación de estrés continuo.
“A pesar de nuestros esfuerzos en derivarles a la terapia conductual y comenzar el tratamiento clásico para el TDAH, era difícil controlar los síntomas. Empecé a pensar que quizás mucho de lo que estábamos viendo era el reflejo conductual de una disfunción familiar o alguna experiencia traumática”.
El comportamiento desatento, hiperactivo e impulsivo puede ser un efecto conductual de la adversidad y el estrés crónico, y muchos médicos no saben cómo o no tienen tiempo para distinguir la diferencia.
Considerado un trastorno hereditario, uno de cada nueve niños estadounidenses -o 6.4 millones de jóvenes- tiene actualmente un diagnóstico de TDAH. En los últimos años, los padres y los expertos han cuestionado si la creciente prevalencia de TDAH tiene que ver con las evaluaciones médicas apresuradas, con una inundación de publicidad de medicamentos para el TDAH o con una mayor presión sobre los profesores para cultivar a los estudiantes de alto rendimiento. Ahora Brown y otros investigadores están llamando la atención sobre una posibilidad real: el comportamiento desatento, hiperactivo e impulsivo puede de hecho reflejar una situación de adversidad, y muchos pediatras, psiquiatras y psicólogos quizá no tienen los elementos o el tiempo para averiguar la diferencia.
Aunque el TDAH ha sido estudiado hasta la saciedad, pocos investigadores han explorado la coincidencia entre sus síntomas y los efectos del estrés crónico o el estar experimentando situaciones traumáticas como el maltrato, el abuso y la violencia. Para probar su hipótesis más allá de Baltimore, Brown analizó los resultados de una encuesta nacional sobre la salud y el bienestar de más de 65.000 niños.
Los hallazgos de Brown, que presentó en mayo en una reunión anual de las Sociedades Académicas Pediátricas, revelaron que los niños diagnosticados con TDAH también experimentaron niveles marcadamente más altos de pobreza, divorcio, violencia y abuso de sustancias en la familias. Aquellos que sufrieron cuatro o más eventos adversos de la infancia tuvieron tres veces más probabilidades de usar medicamentos para el TDAH.
Interpretar estos resultados es complicado. Algunos investigadores sostienen que la dificultad de educar a un niño con problemas conductuales puede llevar a dificultades económicas, conflictos familiares e incluso abuso físico. Esto es particularmente cierto para los padres que tienen comportamiento impulsivo similar o su propia historia de maltrato infantil. Tampoco existe evidencia convincente de que el trauma o el estrés crónico lleven al desarrollo del TDAH. Para Brown, quien ahora es pediatra en el Centro Médico Montefiore en el Bronx, hay que tomar estos datos con cautela. No es evidente cómo el trauma influye en el diagnóstico y manejo del TDAH, pero está claro que algunos niños con problemas de conducta pueden estar experimentando un daño que ningún estimulante puede arreglar. Estos niños también pueden tener problemas de atención e impulsividad, pero a menos que un daño emocional previo o continuo sea tratado, puede ser difícil ver mejoras dramáticas en el comportamiento del niño. “Tenemos que pensar más cuidadosamente sobre la detección del trauma y diseñar un plan de tratamiento más informado sobre los traumatismos”, dice Brown.
La Dra. Kate Szymanski llegó a la misma conclusión hace unos años. Profesora asociado en el Instituto Derner de la Universidad Adelphi y experta en trauma, Szymanski analizó datos de un hospital psiquiátrico de niños en Nueva York. La mayoría de los 63 pacientes de su muestra habían sido abusados físicamente y vivían en hogares de acogida. En promedio, reportaron tres traumas en sus cortas vidas. Sin embargo, sólo el ocho por ciento de los niños habían recibido un diagnóstico de trastorno de estrés postraumático mientras que un tercio tenía TDAH.
“Me sorprendió la facilidad con la que se confunde un diagnóstico con el otro”, dice Szymanski. “Obtener una imagen del trauma de un niño es mucho más difícil que fijarse en sus efectos en el comportamiento, como la impulsividad, la hiperactividad. Y si se agrupan de una cierta manera, entonces es fácil llegar a la conclusión de que es TDAH ”
Una edición anterior del Manual DSM instó a los médicos a distinguir entre los síntomas del TDAH y los problemas de conductos de niños de “entornos inadecuados, desorganizados o caóticos”, pero esa advertencia no aparece en la última versión. Desenterrar detalles sobre la vida en el hogar de un niño también puede ser un reto, dice Szymanski.
Extractado del artículo: How Childhood trauma could be mistaken for ADHD