¿Cómo aprende nuestro cerebro? Es una duda que nos hemos planteado durante mucho tiempo, y a día de hoy aún no seríamos capaces de responderla con total seguridad. Sabemos algunas cosas, bastantes cosas diría yo, pero estamos alejados de todas las sorpresas que nos puede deparar la investigación en este campo (de forma similar a nuestra “ignorancia” sobre los sueños y su función). Hoy hablaremos de algunas de las pocas cosas que sabemos sobre cómo aprende nuestro cerebro, para que podáis aplicarlas en vuestro beneficio.
1. La información, si es visual mucho mejor
Es algo que ya teníamos más o menos claro: El cerebro aprende mejor de forma visual. De ahí que YouTube haya tenido tantísimo éxito en sus videotutoriales de toda índole, ¿no? El cerebro usa hasta el 50% de su capacidad para aprender de forma visual, mientras que el otro 50% se divide en las demás funciones. Nuestros ojos están siempre hambrientos de información, y algún estudio ya ha confirmado que los niños aprenden mejor mediante imágenes.
Por otra parte, nuestro cerebro tiene tendencia a prestar más atención a aquello que está en movimiento, por lo que los vídeos, gifs o animaciones tienen más puntos que ganar respecto a las imágenes estáticas, en cuanto a aprendizaje se refiere. Por tanto, en la época que vivimos, aunque no es mala idea usar las típicas tarjetas, fotos o imágenes de estudio, no está de más sacarle partido a ese smartphone, tablet o PC que usas a diario y echarle unas horas a vídeos o esquemas en movimiento. Probablemente tu cerebro lo agradecerá más.
2. Imágenes panorámicas mejor que detalles
A nuestro cerebro también le gusta ir “a lo grande”, y suele fijarse más en el todo (el panorama) que en los detalles, al menos en primera instancia. Por ello cuando nos enfrentamos a un basto contenido de conocimientos, nos perdemos, pues subconscientemente intentamos abarcarlo todo. Es una tendencia natural difícil de modificar, así que ¿por qué no intentar usarla en nuestro favor?
Sabemos fijarnos en los detalles, es difícil pero no imposible, por lo que lo mejor que podemos hacer es explotar esta fijación cerebral en el panorama. Aquí la estrategia sería realizar un diagrama o esquema grande de todo lo que intentamos aprender, e ir añadiendo conceptos poco a poco, a medida que los vamos aprendiendo. Al final, ese gran esquema que representa el panorama potenciará todo lo que hemos ido aprendiendo de forma detallista, y notaremos la diferencia.
3. El sueño es esencial para el aprendizaje y la memoria
Ya lo dijimos en su día: Dormir es más importante que estudiar cuando tenemos un examen. Y no, no exagerábamos para nada, ya que muchos estudios han demostrado que una noche de sueño reparador puede potenciar nuestro aprendizaje y rendimiento de forma significativa.
Además, también tenemos el “deporte español” por excelencia: La siesta. Nos lo tomamos a broma, pero un estudio realizado por la Universidad de California demostró que una siesta tras llevar a cabo una tarea compleja consolida mejor el aprendizaje respecto a no haber realizado la siesta. Pero además, dicho estudio también demostró que dormir antes de realizar una tarea también es beneficioso.
¿Conclusión? Leer o estudiar justo antes de irse a la cama, o de realizar una siesta, puede potenciar gratamente nuestro aprendizaje, tanto motor como intelectual. ¡Ah! Y no olvidéis probar lo que denominamos “siesta de café“, una curiosa combinación entre tomar café y, posteriormente, echarse unos 20 minutos. Personalmente no me ha ido nada mal.
4. La falta de sueño disminuye el aprendizaje
Enlazando con el punto anterior, pero dándole la vuelta a la tortilla, también sabemos que la falta de sueño puede estropear nuestro aprendizaje y memoria. Aún no sabemos a ciencia cierta para qué sirve dormir, pero sí sabemos que no dormir puede tener graves consecuencias.
Entre estas graves consecuencias tenemos el aprendizaje, pues no dormir disminuye esta capacidad cognitiva hasta un 40% respecto a dormir plácidamente toda la noche. De hecho, un estudio llevado a cabo por la Facultad de Medicina de Harvard demostró que las 30 horas posteriores al aprendizaje de algún concepto son las más críticas, por lo que la falta de sueño durante ese período puede anular los beneficios del aprendizaje.
¿Solución? Nada de noches sin dormir previas a un examen, pues esto no hará más que empeorar la situación. Los días tienen 24 horas y, dependiendo de nuestra edad, debemos dormir entre siete y nueve horas, sin excusas. Nuestro cuerpo y nuestro aprendizaje lo agradecerán.
5. Aprendemos mejor si enseñamos a otros (y mejor aún si no nos ayudan)
Probablemente más de una vez lo habréis notado. Cuando intentamos enseñar cosas a alguien, como un compañero de clase que está estudiando exactamente lo mismo que nosotros, nos encontramos con que los conceptos explicados se aferran mejor a nuestra memoria: Los organizamos mejor, los recordamos mejor y los sabemos explicar mucho mejor que si tan solo los hubiésemos estudiado por nuestra cuenta.
Además, por otra parte, y aunque nos solemos quejar por esta situación, es mucho mejoraprender por nuestra cuenta que recibir ayudas externas. Ya lo comentamos en su día, pues un estudio afirmó que no recibir ayuda nos hace aprender mejor, ya que gastamos más tiempo y esfuerzo en aprender algo (por ejemplo, si nos mandan un trabajo de investigación sobre cualquier concepto), equivocándonos y volviéndonos a equivocar, hasta que encontramos la solución correcta. Sí, es más tedioso, consume tiempo y muchísimo más esfuerzo que si alguien nos echa una mano, pero todo lo que aprendemos de esa forma autodidácta se acaba consolidando mejor en nuestro cerebro.
6. Aprendemos mejor de forma intercalada
Finalmente, tenemos frente a nosotros otro concepto que nos cuesta aceptar: Si tenemos varios exámenes que realizar, es mejor estudiarlos todos de forma intercalada durante cada día, y no estudiar uno tras haber realizado el otro. Es lo que se denomina “estudiar en bloques” o de forma intercalada, pues alternar conceptos de diferentes materias hace que nuestro cerebro se adapte y aprenda mejor.
La hipótesis que se baraja sobre por qué este método es mejor que el típico de estudiar siempre lo mismo se apoya en que la intercalación beneficiaría a la fijación natural de nuestro cerebro para reconocer patrones atípicos y estar siempre alerta.
En cuanto a la intercalación para los exámenes, este método también se puede aplicar alternando las formas prácticas: Hablar, escuchar, escribir, leer… Ir alternando las formas de estudio, dentro de una misma materia, también refuerza a nuestro cerebro. Por otra parte, ir intercalando conceptos viejos ya aprendidos con los nuevos potencia al aprendizaje de dicha nueva información. La monotonía no solo nos aburre de forma externa, sino que también aburre a nuestro cerebro.
Muy interesante el artículo!
Gracias por compartirlo